LOS DESVELOS DEL DOXÓGRAFO

La tradición doxográfica consistía en recopilar, de diversas maneras, las opiniones de terceros autores.
¿Es posible otra escritura?
En la historia, los nombres y las fechas son circunstanciales, mojones arbitrarios y consuelo de nuestras íntimas aspiraciones. Un nombre y una fecha no son más que una ilusión, que nos permite velarnos, espejarnos en el otro. Tal vez, para ocultar y evidenciar que no somos más que objetos tallados con la inmaterialidad de la palabra; objetos de sentido incierto, aunque a veces verosímil.
Somos hablados, decimos lo dicho. En el mejor de los casos armamos, con unas cuentas coloridas y los espejos que nos circundan, un universo de probabilidades imposible de explorar en una vida.
Sin embargo, hablamos. Nos hacemos a la mar en pos de Las Molucas demostrando que el encuentro, la metáfora, no es más que un accidente imprescindible.
La metáfora, multiplicadora de sentidos, siempre necesita del otro, que se los otorga. Se es dicho, bien o mal, pero se es dicho. Construcción colectiva, en la que el destino de cada letra que la forja ha extraviado la causalidad.
Somos meros vectores del lenguaje. Cada quien se las arregla, de alguna manera, con las voces que lo habitan. Todo otro ideal pareciera casi alucinado.

Jorge Pablo Yakoncick.







jueves, 1 de abril de 2010

ASHBERY CON GÓNGORA, POR MARCELO LEITES.

"(...) del libro Ruido de fondo (2001), libro que está atravesado por el procedimiento de la intertextualidad de varios poetas, especialmente John Ashbery, con quien andaba enloquecido en esa época, y leía, mientras escribía mi libro en un estado casi febril". (Marcelo Leites, correspondencia personal).


S o r t e s Vergilianae


Ya has vivido un tiempo y no hay nada que no sepas.
Tal vez algo leído en el diario te influenciara y eso ocurrió con frecuencia.
Te pidieron que siguieras estas líneas y seguiste tu propio camino porque te pareció
Que bajo su cobertura había un secreto, casual como respirar, traicionado al ofrecerse.
Entonces se abrió el cielo, revelando mucho más de lo que le correspondía saber a cualquiera.
Es raro lo rápido que crece, casi tan rápido como la luz de las regiones polares.
Reflejada en la capa de nieve ártica en verano. Cuando te das cuenta de hacia dónde va
tienes que seguirla, aunque a una velocidad
por desgracia muy inferior,
De ahí la insensatez y la inutilidad, rabiando en los confines de un callejón
o patio miserablemente iluminados.
El abrazarse unos a otros está en la naturaleza de esta gente, no conocen otra clase sino la suya. Las cosas se pierden de vista rápido y lo mejor es ser olvidados pronto
Porque la miseria es lo que dura, arrojando una luz cancerosa sobre todo lo que tiene cerca: Palabras pronunciadas en lo más cálido de la pasión, que podrían haber sido contenidas a tiempo,
Cualquier intención buena, todo lo problemático, se han apagado
ahora, como el abrazo en el vacío de su flujo.
Y no pueden resucitar salvo como anotaciones perversas acerca de
un indiscutible estado de cosas,
Como conducta del pasado, volviéndose irreconocibles mucho antes de lo que les corresponde. Últimamente te diste cuenta de que las mismas fiebres hacen aún
las mismas rondas, sólo que resultan inasimilables
Ahora que su novedad y su importancia disminuyeron. Con
nosotros sucede igual que con el día y la noche,
El chorro subiendo a través de los grados de la escuela y
abriéndose en suaves floraciones grises
Como chupadas por una aspiradora, la pelusa opulenta de nuestra jaula, también como un insecto excitado
En esgrima nerviosa alrededor de la cabeza, esbozando sus no demasiado
complicadas ordenanzas en la materia del día.
Todos se irán de verdad satisfechos, dejando vacío el estanque, un lugar para nuevos picnics. Después de haber llegado, desnudos, a explorar todos los posibles
terrenos sobre los que se pueden establecer intercambios.
Como: “Se prohíbe pescar”, en modestas letras capitales, y librándose del peso mayor de la cosa Advertida y dejada caer, contundente como una rama con manzanas,
Cuando empezaba a suspirar, justo antes de venirse abajo sobre
la falda, apenada y satisfecha a la vez,
Sabiendo que le llegó la hora mientras tu paciencia apenas
despierta, hacia qué maravillas de especulación, auscultación, visión del mundo,
Satisfecha
con los alrededores. Con este pálido esqueleto de caprichos y ocurrencias provisorias y tardías
Que se te pone en la mano como una carta casi cuarenta años después de haber sido franqueada, Es raro, no es cierto, que el mensaje conserve todavía algún sentido, aunque parcial
en el contexto más amplio de recibir mensajes
A los que tendrás que responder, a la vez que su propósito resulta claro,
Siendo uno e idéntico con el día que originó, aunque esto no lo puedes imaginar.
Hubo un momento en que las palabras entraron hondo, y te reíste e hiciste chistes, cómplice
De todas las posibilidades de su viaje a través de la noche y las estrellas, criatura
Que consideró el abandono de formas tan arcaicas como éstas, pero de todos modos
Las apoyó como a los instrumentos que te hicieron. El surco se manifestó sólo más tarde
Y para entonces fue demasiado tarde para controlar tales aspectos
expansivos como el qué hacer mientras se espera
Que los otros aparezcan: por desgracia no tenía a mi alcance ninguna pila de revistas viejas, Dramas durmiendo bajo la superficie de la máquina cotidiana; además
La buena calidad no es concedida a todos, ¿quién eres tú para suponer que la tenías?
De modo que el viaje se hizo más lento; los contrafuertes de la ciudad se veían ahora de lejos
Pero entretanto el agua se agotaba, la malaria había decimado los rangos y minado la moral,
Ya conoces la historia, de modo que si bien retroceder resultaba
impensable, también lo era la conquista victoriosa de las grandes puertas de bronce.
Tal vez lo mejor fuera pararse aquí mismo, pero ni siquiera eso fue posible.
Varios días después entre el pulsar de las orquestas alguien pidió un trago:
La música paró y los que seguían el ritmo con confianza palidecieron.
Esto es apenas una nota —aunque tal vez microcósmica— de la curva mayor
Del trayecto; no pretende integrarse a él, sino apenas insertarse
hors texte como noción invisible de cómo creció ese día
De planisferio a cielo, y qué rol tuvo el "yo" en todo eso, el investigador insaciable
de trivialidades eruditas, gusano de bibliotecas,
Uno que desfiló con, "hizo causa común", y sin embargo no tenía ni la capacidad
ni el deseo de hacer funcionar la cosa,
Sólo mucha paciencia, como la estrella que sube y se hunde,
dejando la tarea de iluminar al sol poniente.

John Ashbery
(Traducción de Roberto Echavarren)




"(...) Y, en el mismo poema hay una inversión de una línea de un famoso soneto de Góngora. Como es sabido la intertextualidad es el uso literal de una frase, de un sintagma, de un verso de otro escritor usado en un contexto completamente diferente -que es justamente lo que diferencia la intertextualidad del plagio". (Marcelo Leites, ibid.)


SONETO 29

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, (lilio, clavel, cristal luciente
no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora


DOXOGRAFÍA:

(...) "Primero pensé que se trataba de que eligiera un poema donde se observara la influencia de algunos autores que han sido mis maestros; algún rastro de Juan L. Ortiz o de Leónidas Lamborghini. Leyendo el trabajo de Fernando* me di cuenta de que no; que más bien se trataba de hacer algo parecido (...) Y recordé que tenía unos viejos textos sobre árboles: Árbol de Montale, Árbol de Eliot, Árbol de Parra, etc.etc., donde imitaba -hasta donde me daba el cuero, claro- los estilos de cada uno de ellos. Pero "parecido", no es igual; porque acá tampoco se trata de un ejercicio, ni de una imitación, sino de un texto literario propio". (Marcelo Leites, ibid).
*Se refiere a "Doxografías: Belottini/Beckett", publicado en este blog.

VI

Las huellas del Renault en la arena continúan su trayecto hasta la orilla del arroyo donde hay un toallón naranja y una bikini a merced del oleaje, se continúan en las huellas de unos pies y ya en el agua se pierden en las piernas que aparecen y desaparecen de la superficie, en su cuerpo que nada mariposa y exhibe su destreza desnuda. Cuando vuelve a la costa deja ver su rostro maravillosamente joven sin saber que alguien la observa detrás de una roca. En la trama posible hay diversas huellas para seguir, huellas demasiado transitadas por los automovilistas que casi siempre siguen los mismos caminos, pero la escena en sí es lo que vale, ahora que su novedad e importancia disminuyeron. De todos modos ella presiente algo y camina ondulante hasta la orilla. Las líneas de su cuerpo son una ofrenda al sol poniente que compite con sus pezones turgentes y relumbra en vano, oro bruñido, en otros ojos alucinados ahora por esas manos deslizándose sobre sus hombros, sobre sus turbulentos pechos, sobre sus caderas, sobre su piel bronceada; alucinado, sí, por esas manos que siguen el juego de las gotas de agua que tocan su pubis, mojada ahora, sí, mojada y absolutamente conciente. Cuando te das cuenta hacia dónde va, tenés que seguirla aunque a una velocidad muy inferior, sobre todo porque las huellas que dejás en la arena no coinciden con las de ella y si intentaras luego de considerar qué maravillas prometen su desnudez cómplice, el agua como un fluido atravesando su sexo y la visión del mundo satisfecha, si lo intentaras, decía, si quisieras trasponer sus huellas y hacerlas coincidir con las tuyas luego de un esfuerzo desmesurado y justo cuando ella empezara a suspirar apenada y satisfecha a la vez luego de volver sobre sus huellas, si de verdad lo lograras…entonces las huellas de la historia dejarían de tener sentido.
Las cosas se pierden de vista y lo mejor es ser olvidados pronto.

Una mujer desnuda
con el pelo mojado
y un toallón naranja
yéndose en su Renault
mientras la luz
declina.


Marcelo Leites, de la serie La música perdida, de "Ruido de fondo".(A quien, además, corresponde el subrayado en los tres poemas).

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Marcelo Leites* nació en Concordia, Entre Ríos, Argentina, en 1963. Poeta y crítico literario. Publicó los libros de poemas: El Margen de la aldea, en Ediciones Río de los Pájaros, de Concordia, en 1992; Ruido de Fondo, en Trópico Sur de Asunción del Paraguay, en 2001; Tanque australiano, en Ediciones Gog y Magog, de Buenos Aires, en 2007 y Resonancia de las cosas en Ediciones en Danza, de Buenos Aires, 2009; además, los ensayos: Cuatro poetas entrerrianos?, en Eduner, la Editorial de la Universidad de E. Ríos, en 2004; y Percepción de la música, Ed. Fondec, Antología colectiva, en 2005. Coordina Talleres de lectoescritura en su ciudad natal, ha leído su obra en Encuentros literarios, nacionales e internacionales. Fue miembro del jurado en los Juegos Florales de poesía del Rowing Club de Paraná (E. Ríos) del año 2007. Integra desde el año 2006, el Consejo Editorial de esta página donde se publican autores de su ciudad y pueden leerse algunos de sus poemas, como también una antología de las voces entrerrianas más representativas, en la Sección Rescates, que dirige.
Seleccionó y prologó la Antología de poesía entrerriana: “Las nuevas voces de Entre Ríos”, editada por la página web www.poeticas.com.ar, en marzo de 2008. Fue publicado en diversos sitios virtuales, entre ellos, los blogs: laseleccionesafectivas y campodemaniobras.. Sus poemas también aparecen en el Nº 29 (Verano 2008) de la Revista "el poeta y su trabajo", que dirige en México, el poeta Hugo Gola.
Actualmente colabora en el blog de la poeta Selva Dipasquale: poemasenlaselva, donde tiene un blog asociado: "La biblioteca de Marcelo Leites" ustedleepoesia2; en el que está publicando una selección de poesía universal.
Otras actividades: Actor, director y adaptador de numerosas obras de teatro estudiantil y vocacional, entre las que se menciona: Otelo y Hamlet de Shakespeare; El pan de la locura, de Carlos Gorostiza y El complejo de Filemón de Jean Bernard-Luc.

*Foto y datos tomados de "Autores de Concordia" (www.autoresdeconcordia.com.ar).