LOS DESVELOS DEL DOXÓGRAFO

La tradición doxográfica consistía en recopilar, de diversas maneras, las opiniones de terceros autores.
¿Es posible otra escritura?
En la historia, los nombres y las fechas son circunstanciales, mojones arbitrarios y consuelo de nuestras íntimas aspiraciones. Un nombre y una fecha no son más que una ilusión, que nos permite velarnos, espejarnos en el otro. Tal vez, para ocultar y evidenciar que no somos más que objetos tallados con la inmaterialidad de la palabra; objetos de sentido incierto, aunque a veces verosímil.
Somos hablados, decimos lo dicho. En el mejor de los casos armamos, con unas cuentas coloridas y los espejos que nos circundan, un universo de probabilidades imposible de explorar en una vida.
Sin embargo, hablamos. Nos hacemos a la mar en pos de Las Molucas demostrando que el encuentro, la metáfora, no es más que un accidente imprescindible.
La metáfora, multiplicadora de sentidos, siempre necesita del otro, que se los otorga. Se es dicho, bien o mal, pero se es dicho. Construcción colectiva, en la que el destino de cada letra que la forja ha extraviado la causalidad.
Somos meros vectores del lenguaje. Cada quien se las arregla, de alguna manera, con las voces que lo habitan. Todo otro ideal pareciera casi alucinado.

Jorge Pablo Yakoncick.







lunes, 28 de junio de 2010

MARÍA MELECK VIVANCO (San Javier, 1921).

Los poemas que aquí se ofrecen han sido seleccionados por la escritora Juana Guaraglia Vivanco, hija y secretaria de María Meleck Vivanco, del libro en preparación Regalos de la Locura, de Infiernos Solares (aparecidos en la entrevista realizada por Selva Dipasquale, http://entrevistameleck.blogspot.com/, 2007) y de Balanza de Ceremonias (Último Reino, Bs. As., 1992).



De Los regalos de la Locura (Inéditos):


VESTIDOS DE ENTRE CASA

Mundo llegó a mi boca, como una red espesa de frutillas. Hubiera querido despedirme. Incendiar todo lo que dejaba entonces. En lágrimas abiertas con llaves de amaranto, como si el desatino fuera conspiración, danzar inagotable, soterrado desvelo, un archipiélago trizado y escondido.
Yo iba lamiendo azufre de los montes. Mi desvarío, era morada cripta pegajosa, ramos de austeridad y sobresalto, sol que gozaba sobre frondosos párpados de arena.
Luego vendrían los arrebatos de la lluvia. Las confidencias. Luctuosos vestidos de entre casa, tapando hacia mis ojos los crespones. Regresados de un faro. En el transmundo de un abrazo desecho de cumplidos

De maleficios para el placer, alevosamente desangrado.


LOS TRÁMITES DEL GOZO (9NO CANTO)

Postillón de mi carne. Cada brújula anota su condena. Y en el fuego insepulto rodeado de balcones, hay remoción de sexos - un bello escapulario de locuras -
Conocí el desamor - sus tijeras de filo - Balazos de oro rojo para el vuelo del ánade. Presencia de esa rutina triste. Y arriba del solsticio, puntillas delicadas con volados sensuales. Trapos desencantados para llorar a gritos y extramuros heridos de mudanzas.
Santo desaliñado es el azar. Luna que sobrevuela defiende sus cachorros. Campanillas sin dientes, son vulvas desdeñosas, perfectas, disfrutables, que apoyan picaflores en un lugar sin eco.

Apenas rasguñadas por las bestias del mar


DESCALZA

Lentos ramajes sacuden la morada Abejas anidan en el crisol del último oscuro beso de la hembra.
Las sanguinarias del sexo, filtran plácidamente Y se ha nombrado una embajadora de correos astrales, que poco tiene que ver con el fulgor donde se creman cartas prohibidas
El deseo traspasa los portales como miel del infierno Existe un ámbito cerrado, un dique donde se pliegan ajuares de tristeza
Refuerzo minerales en el brote mínimo de un madrigal Cromosomas y algas con suplicios Ventanas ruinosas hacia la exacta condición del infortunio
Por desamor, viene la travesía de los opuestos con sus cabellos grises Creando la tropa de los elegidos que cae de plano y derrumba la montaña

Ya descalza, olvidé o confundí – nadie lo sabe – los bichos hermosos de la piedra

Un tiroteo de monedas de oro, eterniza la noche (cristales insensatos apagan el terruño).
Abrázala muy suave Estás acariciando su distracción herida Insectos que pueblan la arboleda Que sacuden la fuente de la demencia a través de sus poros Que inscriben en el aire la profecía absurda Que hacen nacer la infinitud y mojan la ternura bajo un haz de solsticios
Asómala de frente en cadencioso monte donde seducen las astillas, los pueblos rotatorios, las fortificaciones de la espuma
Deletérea la angustia camina hacia su trono Urraca enfurecida, cuando la aroma afila sus pistilos Y resuena en las nubes un acordeón de huesos
¿Es el arco pagano de la siembra que filtra gota a gota sus raíces? ¿Qué condecora una bufanda de cuarenta colores?
Yo espío del revés los hilos generosos
Abrázala con gelatina y sueño No le dañes su mundo de terciopelo loco
Cástrala de a pedazos, despacito Que fluctúen las uvas trepadoras

De un verso sin luz, la frigidez sonríe Rara liturgia consciente el exterminio, mirando las raíces en un pequeño frasco de amoníaco
Entretengo mi gozo, si las palabras digo, son temblor de alegrías en acecho Infinita plaga de frustración tan loca Arma cargada en una huída desigual Mucho salón estéril y cóncavos espejos de agonía
Sube y baja su seno como un paracaídas Respira en la ventana una muchacha negra sin corpiño ¿Cosmogonía insensata de oscuros parpadeos? ¿Palidez insistente de llovizna? ¿De antílope ilusorio recluido en una cueva? ¿De conmoción perfecta? ¿De flores hechas carne dolorosa? Revuelta sobre el barro su holganza sin frontera
Aparezco de pie Mis huellas sobre el piso Mi figura reciente lagrimea en la cama

Siento crujir el mar a borbotones Su reloj sin edad, esgrime la condena



POEMA EN TRES PARTES

“Bruja colgada de una argolla de gozo. De la llovizna, públicamente trémula” (MMV)

I
Las guirnaldas han adornado el universo. Y el santo burlón, derrite ahora su entrevero ( su rayo en el abrazo de la perversa sed ).
Amor Amor Hora y media con el ombligo trenzado en el deleite. Con rasguños, y caladura en copa rota, que desaliñan las manzanas. Pretenden que haya paz en ventarrones opuestos.
Rodada del cabello una gota de pena, junta elogios y clamorosas despedidas. Alto fogón de mirasoles, con la ración dorada de una cita. Y así miro la angustia suelta, sin ruidos, al pegoteo de un manojo de llaves en procesión y sin rodillas.

II

Cunas de seda y de papel, ignoran el molinete de la requisa. Van de la mano los ojos, las monedas, los redondeles de melón fugados de la huerta. El sol salta de bruces por encima del piano (advierto que el edificio tiembla).
Más adelante, tropas del sueño, paren semillas sucias. Y al fin el horizonte bosteza, ondula al infinito y sucumbe dormido.
¿Cómo pensar en salvar la criatura? ¿Tan ella bien dispuesta, desdeñosa y razonable?
¿Tan inquieta en el carozo de otros compartimentos?

III

Por consejo de la piedad, compadecedme. Pues yace sin abrigo mi anfitrión, traspasado de lágrimas. O en el brillo lunar, con su sexo comido a gusto por los peces.
La queja fuerte de la brasa detenida en su celebración, es fábula que eructa carcajadas, sabiendo que el desafío la puede Y se clava en el aire.
Dulce aluvión de menta, para chairar de pronto los cuchillos.



“ Fueron estrellas contaminadas por una esplendorosa impureza” (MMV)

Arrojo trapos descoloridos para las ratas del albañal. Con el sentido innato que extravía las pulseras. Que desmorona cantos como si fueran siglos. Vestiduras de la catástrofe en corteses hilachas, bajo los orinales del camino.
Ya la suerte, flautista pecaminosa de la ternura, trajo mutilaciones en las rotondas de la nada. Cotidianas urticarias para los desacuerdos del corazón. El desenfado de una locura alborotada – semi oculta en los botones del pulso –
Yo te deseo, gritaré a la tempestad encantatoria de las palabras que dilatan las células. Que afinan las resinas del mar.
Acicalado en verde, el pensamiento sigue alerta al siniestro de las bellas señales. De los pichones de jauría que vociferan. De los heroicos candiles, soplados en las alas del ruiseñor.
La codicia, desnuda esa fotografía apurada que maldice la sangre.
Vibra la costa solitaria y azul. Desobediente a la herencia de los rabiosos amarillos



“Aparece la intriga Sus lunas condenadas, tumban la primavera” ( MMV)

Un sendero me conducía a lo imprevisto Otro, al nido del búho encenizado Marcando en mi demencia, la ruta de la seda
Sereno en la avalancha, él cambió su estrategia Dobló heroico el latido Desplomó los portales del hechizo Estalló en carcajadas con los duendes Y en la magia del sexo, entretuvo a la muerte Viejos disfraces para los adulterios
Sobre puntas de pie, se balanceó el pudor
Harta de frenesí, la diosa de mudanzas clamó por su pereza,
recuperada con la primera fiebre
Y en mis zapatos de caminar la sed, el desamor quemaba
Como si fuera arena del desierto



“El azar es un Dios. Deseo corregirlo, pero no puedo. No se puede corregir a un Dios” (MMV)

El ocaso relincha Los cardos agresivos fluctúan en geranios Pura roca fibrosa Licencia de una tribu que fastidia la luna
Que apacienta la claridad más vasta en aguas amarillas
Hembras en su recato, lucen grupas ardientes Dios acuchilla el monte por detrás de los álamos Yo, entrevero los rostros de las caras gastadas
Enferma de una sílaba tan dulce como el labio, acomodo los días que arrincona la sombra Con sangre, mucha sangre de sol adormilado
Ya retornan las aves Llegan, a picotear los ángeles
A sacar una bala del ombligo caliente A salivar arena



“Más allá del ojo, ese abismo que se refleja, nos descubre” (MMV)

Postigón de mi carne Cada brújula anota su propio desvarío Cielo insepulto, rodeado de arrecifes Nombre agitado de inminente socorro, con un duende de pájaro robado de lo oscuro
Acepté el desamparo La premura del yo, en medio de una ciénaga Las puntillas ambiguas de la mesa del hambre Las llaves oxidadas a orillas del olvido
Cortes de niebla, fluyen sangre preciosa Ruptura de una víspera que corona el combate
Mismo la entraña, que sabe a desapego
La lechuza del monte, ronda otra vez Y en las violetas, se apura el funeral
Regresa entonces el extranjero con su placer caníbal Un proyectil, rehuye el agasajo
Le mata la alegría, que no pudo



De Infiernos Solares:


ARCOS DEL ATARDECER

La hora esta aquí
Cálida y ciega Imperturbable y lúcida
Su hocico húmedo de perro fiel
cabe ahora en la corola de una mano
Heliotropos ardidos regresan a la escoria del océano
Nubes en cíngulos acompañan su roja cabellera
La hora profética ha mellado la memoria del sueño
Besa mortalmente nuestros ojos
Vulnera nuestra piel desconocida
Niña-Luz que huérfana se deleita con antiguas monedas
elevando conjuros en un aire que embriaga
como el aliento de los pinos
Amor se yergue en el mástil del verano
Se encarama y vibra Fructífera y sucumbe
Revela su furor y calla
Deja mortajas de éter encendido
bajo los arcos del atardecer
Y la gran Verdad eclosiona
Engendra en las venas su prole silenciosa
y luego estalla en helechos
sacudiendo los manantiales del origen


LAS FORMAS DEL VACÍO

Casi no conocemos las formas del vacío
giran como la vida en hongo y calesita
Allí el puerto es de fuego La aventurada niña
El país tan remoto y el doliente fantasma
Casi no conocemos las trampas del vacío
Aires que desfallecen al laúd de los árboles
Sus humillantes filtros queman lenguas azules
y desquician las trémulas mariposas de mayo
Lentas sobre el desierto nuestras máscaras caen
y a una señal del ángel sin nombre estremecido
bajamos este rostro hacia la dura tierra
y el inservible rostro respira por la lluvia
Dulce Orfila tu boca la miel de tu garganta
naturalmente gimen con su verbo amoroso
en bocacalles lívidas y cuadrantes solares
barriendo los espejos libres de la colina
Casi no conocemos las noches del vacío
La mujer peligrosa de ensombrecida prole
con saliva imantada que el espacio destila
un licor venenoso derramado entre flores
El vacío es de Dios y se aferra a su llama
Hace ver primaveras Camina entre abedules
Allí el puente es un limbo de oro negro y banderas
Un remoto país y un doliente fantasma


"ALABE" LA LEONA

Corre la leona en un zaguán de pétalos
su viento acelerado
Su fuego frío oxida la penumbra
inventada en la luz clara y oscura
a rayas movedizas y turgentes
Desde su templo de ópalos labrados
corre la leona a ráfagas
y con ella su espejo Su aire en círculos
La perdurable estancia que vacila
El tinglado de baba clamorosa
El diamante cavado en fresco belfo
Y con su trampa doble de la muerte
el collar de la horca inesperado
Corre la leona como si fuera llama derramada en altura
De terraza en terraza sucumbe su agonía
De árbol en árbol su dominio triste
Hasta caer pesada y voluptuosa
encerrada en el oro de su vicio
Defendiendo la presa hasta salvarme


ENCERRADA EN LA NOCHE

De puente a puente
el pan humedecido de la niebla
Cuando el otoño enciende sus dalias ahuecadas
sus crueldades reunidas en un grito
su cuerno de abundancia glorioso como el vértigo
Los cuerpos florecientes recién estremecidos
Cae la lluvia flotando de plano en los biseles
hasta empapar la soledad herida
Arrojando penumbras de vino derramado
en la línea que acerca el mar al horizonte
donde las aves mágicas empollan los océanos
De puente a puente
han pasado los ángeles
Han registrado al viento la fecha de mi nombre
Han consumido el rastro de fuego de mis huesos
Han padecido atados al frío con mi muerte
Despojos del corazón serán mi casa
mi agonía mi cólera mi caos
Esta rosa de otoño encerrada en la noche
sin que jamás se enteren las luciérnagas


MIENTRAS EL MAR JADEA

La salamandra anfibia muere lenta
con su pezón abierto a resplandores
Amante ciega va doblando rasos
Rezuman sangre sus prensiles verdes
Adivino a las dulces salamandras
donde los astros vivos se alimentan
Yo desterrada y mis crecidos ríos
reclaman a su arbitrio rosas huecas
Los perfumes del alba son aquellos
mientras el mar jadea en el espejo


NO ME SOMETA EL ROJO

Con las nubes de cielos
que entrechocan sus grupas oscuras
los cipreses ondulan y gastan las joyas del aire
Abajo el rojo desnudo Besa en la playa
su alquimia de matices sutiles
Su abanico espejado en el agua blanca
Y al oído nos enrostra su ira
con agresivas ruedas calientes
Mas de pronto el vacío se abraza a los pies
como una trémula serpiente asesina
No me someta el rojo
no me sometan sus flores -aparejos de soledad-
No me sometan sus olores malditos de tierra inmunda
No me sometan sus insondables órganos
que plañen y se ahuecan
en una marea de ojos ciegos
Básteme el dolor
Sus armaduras frías que corroen la noche
Sus cascabeles lisos consumidos en brasas de antiguos huesos
-Brasas que un perro aviva en sueños-
hasta separar de la muerte su anillo de vida
hasta fundirse con las sublimes bocas adolescentes
que abrieron para el amor y también para el olvido
Hasta girar con el rayo
y retomar su agrietado camino imprevisible en el polvo


EL SALTO DE UN CABALLO

No tardaré en llegar
a los despojos sobrantes de luz
que enhebran la vida de las islas
Contemplando el ritual incesante del mar
Colmada de caparazones
Estallarán completamente inmóviles
Extraños océanos Confusos océanos
Llorados sobre mi penitencia
Con la muerte de tantos ávidos ojos
mirando hacia mi sangre
Como cálices de flores sitiadas en su fiesta
En órbitas vibrantes de artificios
sobrevoladas de ángeles
En fisuras de cielo donde la noche escinde sus ríos
Sus diamantes estáticos
Sus fríos escalpelos de hermosura
No tardaré en llegar
a los despojos sobrantes de sombra
con carruseles cósmicos y blancos elefantes dormidos
A sabiendas descorreré los velos de mi muerte
Y en los perfectos espejos encendidos
el salto de un caballo desbordará el azogue


Y LA TERCERA MUERTE

El hogar de las uvas Lago oscuro
Embudos afilados sucediéndose
Narcisos Piedras rojas
Biseladas coronas de la luna
Arenas y eucaliptos
confrontados a luces de iridiscentes filtros
En pura llama seca En híbridos aromos
Amantes de los rostros de la muerte
El hogar de las uvas Nuestro olvido
Será la horca del mar aventurarnos
Para él que destila ambrosía
toda criatura es lastre vengativo
Dibujo tembloroso de un roedor gigante
Flores de azufre en viaje huracanado
La hidra con dientes de hiena-pájaro
lanzada hacia imantados trópicos
Cortezas retorcidas como agujas feroces
que arremolina el eje de la tierra
Y la tercera muerte es la del vino
Presiones de jazmines
entrelazando las espadas del sol
(Piedad Piedad el venturoso niño)
Densa música de oboes ahuecándose
Cuatro mil metros bajo el ramaje de la ola
Música triste al son de inflados relojes
En copas fluorescentes su brebaje de hinojos
Su enamorada soledad ardida
Maderas planetarias sumidas en un bosque de avispas
durando y perdurando en el panal gozoso
No sed No manos silenciosas de aire ciego
No puertas y memorias revertidas
No clamor hacia un dios tan voluptuoso
No herida alondra en medio de una música
Sino el lejano hogar y su delicia
(Piedad Piedad al venturoso niño)


DE BRUJA MELANCÓLICA

Carne desmemoriada
Sus bestias que retoñan suspirando
entre puertas secretas y párpados cerrados
Arrasan terraplenes y puentes de mi llanto
Queman como un incendio viscoso enfurecido
Asomada al perjurio de ávidas madreperlas
Atraviesa en astillas y crujidos de nombres
mis dalias lastimadas mis tinieblas del frío
Pudo soñar así –dulce sombra insaciable-
siervo de cacería –carne desmemoriada-
para salvar al cielo lleno de eternidades
Agitar sus relámpagos de ardor y desafío
cerca del amarillo desnudo de los pájaros
¿Casi en el corazón supo comunicarme
sus fantasmas de piedra caliente y pecadora?
¡Su culebra de fuego a mi sangre asustada?
¡Oh! He perdido mi casa
He sellado mi lengua de bruja melancólica
Donde a besos se enseñan los nombres de los árboles


¡CUÁNTOS PERFUMES! ¡CUÁNTOS CÓDIGOS!

Trae y lleva el viento
mariposas que nacen de tus axilas
Sobre un límite de ideas cautelosas
que perfilan tus dominios
El mar depone a nuestros pies
su amarga desventura
Entierra almendras en su ola
Mueve velos como siglos ¡Oh Dios! Purificándonos
Su estandarte a jirones Su cáustica memoria inextinguible.
Embanderados estamos aquí por el oleaje
Por sus frutos sellados
Sus murallas gastadas del vacío
Herrumbres solitarias de la noche
heridas en andar hacia el incendio
donde en círculos fieles el corazón estalla
¡Cuantos perfumes! ¡Cuántos códigos
que dirigen la muerte!
Somos el mismo grito repetido en las antípodas
Una hoja obediente debajo de la tierra
El esqueleto que erosiona a la rosa en su médula
Las hebras de sangre más allá de este miedo
Trae y lleva el viento
mariposas que nacen de tus axilas


LOS ARTIFICIOS

Cambian de dirección los páramos
¡Oh segadora araña! ¡Segadora caricia!
¡Segadora iniquidad que desquicias los ejes de la tierra!
Más ceremoniosa Más perversa
Más mortífera que la peste en el recinto de los dioses
Indescifrable voz
Corroes una boca donde los gestos balancean la dicha
Tú, que sometida entre pólenes
No has de tornar ya nunca al pasado
Pues la muerte te adelanta y te corrompe
con su pájaro oscuro de plumas mojadas
con su noche de trompo instantáneo
que abandona a una playa híbrida
chispas de espejos ignotos
peces carnívoros a la deriva
Flores obscenas listas para el ultraje
Cambian de dirección los pájaros
Y los mares mezclan caudales frenéticos
y en la tierra entretejida de perjurios
reducciones y ocultos pecados
hay una sola respiración devoradora de sí misma
tan imposible de asir como la flauta de la vida
tan transparente como un helecho de nieve
sometido al vapor de la luna
Pegada estoy a un ombligo
que precipita cautelosos misterios
manantiales del desamparo, cráteres del sexo,
vacías corolas del suicida
En torno a grandes aviones
con el hechizo de puertos en Marte
De infinitos latidos inventados
En ojos donde la niebla se aposenta
Cambia de dirección mi sangre
Oh Dios, si calladamente pudieras invadirme
con tu medrosa cría de faisanes
con tu muda trompeta de guerra
Ya jamás intentaría sobrevivir a un lirio



De Balanza De Ceremonias:


SU GRAN HONGO PÁLIDO

Todos los tristes de la tierra, mezclando en un mismo cubilete
nuestros dados oscuros.
Oh Cuidad los abalorios Cuidad las alabanzas Que detengan
el fulgor del deseo frente al bronce quemado de los ángeles
Esos escarlatas invisibles que desnudan la piel del elefante
Que nos tocan y rugen Que nos tocan y trastabillan Que nos
tocan y cubren el corazón con una marea ciega
Entrégate a los membrillares del agua ven a conocer sus
riesgos Vibra eternamente en el oro rotundo de los campanarios
Que el verdugo defienda su collar de amatistas Más tierno
que la suplicante del mar Que niños enterrados en jardín de
cenizas Que el olvido y más olvido en carne viva de la muerte
¿Será la sustancia de Dios que nos reúne? ¡O el colibrí
fantasma que detuvo su goce en la criatura? ¿Acaso la esplendidez
del alce confundió a la metralla? ¿O se junta polen de
luna en el ombligo de las vírgenes?
¿Será que anda de incendio en incendio la venenosa duda Y
su gran hongo pálido desciende a conocer la sombra?


PRO MUNDO

Infinidad de veces nos vemos la mirada
Una gran nave gótica La ventana ojival y la pulsión maniquea
de la condena, van cerrando con furia los párpados de
los aparecidos
jacintos y anémonas marinas son mapas esplendorosos que
exhibe la resaca Diluye sus golfos en sarapes negros llenos
de infancia Llenos de antiguo monte
Los máximos toreros apostarán en la faena de la sombra
Aprendí a usar mis lágrimas
Aquí el pro mundo nos aturde Nos hace comensales de los
peces alados


PRIMACÍA DEL FAUNO

Pez y betún para las ruedas del carro del Faraón Ellas
Apagarán los clamores de Egipto
En ese dilema que sobrecogen las furias, valga el ajuste
Perfecto de la antigua dulzura
Me siento pulir como la muerte en un metal fundido entre
muchas raíces Resonancia de trueno tienen las voces que me
nombran Y lo desconocido es un embrión mutilado en un
huevo de brujas
Compases de alharaca bastan para determinar el bullicio del
viento Colinas reverentes en la brillante primacía del fauno
La cruz errática Las demoliciones El pasajero de la Creación
dirigiendo en zigzag las aves rapaces
El dedo de Satanás ha resuelto el oráculo A mis espaldas
tiembla la intensidad de sus desnudos Beso a beso la crueldad
multiplica los incestuosos arcángeles
¿Para atemorizar el placer? Para ocultar con lienzos enlutados
su delicada impudicia?
Aullemos como malditos cerdos con las patas en alto
La sudestada avanza Mi lengua, seduce los oscuros entre soles
eróticos


LOS AMANTES SE GIRAN

El trópico de cáncer cautiva lentos péndulos Ingresa en la
blancura sin malquerer su música
Va a descubrir la maga que lo gire en el mundo Va a descubrir
Idénticos ya no superponibles Dexogiros que avientan
las ventanas del viento Va a descubrir girando quiero amarlo
de cerca Giran las parsimonias en ahuecadas órbitas Estrellas
sospechadas que con la bestia giran Las carmelitas
giran con sus rosarios púdicos Giran en las caderas y el
ombligo indefenso Giran chorro de amor de mirarte y tocarte
Giran de sollozar eternamente océanos
Este polvo que gira y la locura gira Los amantes se giran
para siempre jamás


HAY QUE TOCAR CUIDADO

El pez xifo pasea sus membranas heridas, acariciando
piedras livianas de la muerte Antiquísimo pez como un niño
dormido Tal la tribulación La levedad del alma
El tórrido contacto voltea mariposas El himen se deshace en
espumas He aquí la magnitud del desamparo de espejos que
nos muestran su alumbramiento mágico y pesan en el aire
hasta asfixiar la rosa El atrás de otro día El mínimo cabello
He dejado de amarte Y se abre entre mis manos un ropero
vacío Largos trapos de noche visten a la demente Pulseras
de oro negro que naufragan tobillos No hay sitio que me
plazca desde que no te alumbro Hay que tocar el sueño con
ardientes milagros Hay que tocar la llama secretamente de
antes
Hay que tocar cuidado esas violetas pútridas Hay que tocar
un límite plenamente loado
Reptar el infortunio de loza con hormigas La rabia de mi
cuerpo bajo tu sexo en rabia
Mi pupila de noche donde navega el día


PIEDRA DE SUAVIDAD

El fanal de una tórtola se disuelve en el cielo De los jacarandaes
chorrea miel azul
Guardo en mi corazón el desamparo que respiran los muertos
La trayectoria bautismal del poema Los fragores del mar
Del inasible mar La llave que abre las cartas de los prisioneros
El refucilo adelantándose a la rosa Los piratas del sol
Que enarbolan un remolino de oro con su séquito
Y extraigo de la piedra de suavidad, el inquietante cárdeno
que sustrae mis besos


ENVUELTA EN CICLÁMENES

Ayer moría resignadamente en libélulas espléndidas Las
aniquilaciones Las penetrantes miradas convergían a mi
pulso
Yo caminaba entre cipreses en la gloria del faro intocado
Nada más justo para resucitar y desvanecer Para tornarse
en rosas de inca innominadas En ciegos insectos artesanos
de su abismo
Ayer moría entre ajadas nalgas y maliciosos conjuros
del amor Incapaz de fundir mis brazaletes De hacer polvo los
labios Los altos hornos del beso
Mi cintura golpeada por los vientos del este Los cardúmenes
navegando en sus galaxias La resonancia del águila del mar
Ayer moría enredada en la luz En la clorofila azarosa de mi
sangre En el rayo azul del espectro de todas las cosas
Moría con los ídolos de sombra Las hierbas indefensas Las
ardientes iniciales del sueño Los miriñaques de Dios


HUESO SONÁMBULO

Corazón, guarda tus vociferaciones Donde los muérdagos
conducen la mascarada del sueño
Oh cuántos trotamundos Cuántas islas dolientes que desbordan
el sexo Madrugadas de amarga flor y niños tiritantes
que flagelan los trenes
Los anzuelos que arrojamos al mar traen al vacilante
corazón suspendido Nuestra mascota es un hueso sonámbulo
Lastima el esplendor de las antípodas Las huellas digitales
del invierno Las miradas tiránicas del sol Sus rigurosos signos
Porque nada duele más que la fláccida corona de intemperie
Que el cotidiano viaje de recorrer las muertes.


domingo, 6 de junio de 2010

ARISTÓTELES (Estagira, 384 - Eubea, 322 a. C.): la poesía como aprehensión representativa.

“Parece que el origen general de la poesía se debió a dos causas y ambas son de naturaleza humana. La imitación es algo natural para el hombre desde la infancia (y en esto se diferencia de los seres inferiores, pues el hombre tiene gran capacidad para la imitación, y aprende mediante esta habilidad sus primeros conocimientos); además los seres humanos gozan mediante la imitación. La verdad de este segundo punto se muestra por la práctica: muchos objetos que nos resultan penosos en el original nos causan placer cuando los miramos en las imágenes copiadas lo más fielmente posibles, como por ejemplo los animales más repulsivos y los cuerpos muertos.
La razón se encuentra en un hecho preciso: aprender es muy agradable y no sólo para el filósofo, sino también para el resto de los hombres, por mínima que sea su capacidad para ello; todos nos complacemos al observar algunas imágenes porque al mirarlas se aprende de ellas y se razona sobre el sentido de las cosas. Es decir, se aprende lo que cada cosa representa, y aunque uno no haya visto antes el objeto imitado, la obra de arte igual genera placer, no como imitación, sino por la mera ejecución, el color u alguna otra posible razón.
Por ser algo natural al hombre, la imitación así como también el sentido de la armonía y el ritmo (por cierto, los metros son especies de ritmos) a través de su original aptitud, y a través de una serie de mejoramientos progresivos, crearon la poesía a partir de improvisaciones.

Evolución de la poesía

La poesía se dividió rápidamente en dos clases, según las diferencias de carácter personal de los poetas, pues los más serios entre ellos imitan las acciones más nobles y a los hombres más célebres; mientras los de espíritu inferior representaban las acciones de los viles. Éstos últimos compusieron sátiras primero, así como los otros concertaron himnos y encomios (N: el primero, dedicado a una divinidad, el segundo a un humano).
No podemos citar una composición de ese género burlesco de los poetas pre-homéricos, aunque es probable que hubiera muchas. Pero, pueden encontrarse ejemplos, por cierto, desde Homero en adelante, en su obra Margites (N: epopeya cómica que se le atribuía, cuyo protagonista era un necio) y poemas de similar estilo de otros autores. Esta poesía produjo el metro yámbico como algo que era conveniente, por lo cual ahora también se llama yambo a esa poesía, ya que en dicho metro se dicen invectivas unos a otros. Como resultado se obtuvo que algunos poetas antiguos se convirtieron en autores de verso heroico y otros del yámbico.
Así como Homero, no obstante, es el poeta por antonomasia (fue en el estilo serio el mejor de los poetas, y también se destacó mediante el carácter dramático de sus imitaciones) asimismo, fue el primero en bosquejar la comedia al producir no una invectiva dramática, sino un cuadro de lo ridículo.
Así, el Margites guarda relación con la comedia, mientras que la Ilíada y la Odisea tienen analogías con nuestras tragedias.
Una vez surgidas la tragedia y la comedia, los poetas se volcaron a estos tipos de géneros, aquellos que eran poetas de yambos se transformaron en autores de comedias, y los otros que eran épicos se transformaron en autores de tragedias; ya que estos nuevos modos del arte resultaban más solemnes y de mayor aprecio que los anteriores.

Desarrollo de la tragedia

En cuanto a cuestionar si la tragedia ha llegado a su máximo de perfección, tanto en sí misma como en sus representaciones, es un problema para otra investigación. Habiendo comenzado ambas como improvisaciones, la tragedia se originó con los autores de los ditirambos, la comedia con las canciones fálicas, que todavía subsisten como instituciones en algunas de nuestras ciudades. Su crecimiento fue lento, con muchas transformaciones y tras superar varias etapas se detuvo al alcanzar su forma natural y propia.
Esquilo elevó el número de actores de uno a dos, además disminuyó la importancia del coro, e hizo que el diálogo asumiera la misión decisiva en el drama. Sófocles agregó un tercer actor e introdujo la escenografía.
La tragedia se dignificó, se deshizo de argumentos breves y del lenguaje burdo, que se debía al haber nacido de los coros de sátiros (N: constituían el coro de Dioniso), y alcanzó más tarde un tono de dignidad.
Su metro, por otra parte, cambió del tetrámetro trocaico al trímetro yámbico. La razón apra el uso originario del tetrámetro trocaico se debía a que la poesía era satírica y estaba más relacionada con la danza que lo que sucede ahora. A su vez, con la introducción de la parte hablada, la naturaleza misma encontró el metro adecuado. Pues el yambo es el metro más adecuado para la conversación, como se comprueba por el hecho de que muy a menudo caemos en él al dialogar, mientras que resulta raro que hablemos en hexámetros, y esto sólo se da cuando nos alejamos del tono normal de la conversación. Por otro lado está la pluralidad de episodios o actos.
En cuanto a lo restante, los arreglos y el relato de su introducción, démoslo por explicado, pues sería una tarea muy larga revisar a cada uno en detalle”.

Aristóteles, Capítulo IV."Origen y evolución de la poesía y de la tragedia". Poética, GZ, Bs. As., 2005.

jueves, 27 de mayo de 2010

TREJO POR BONDAZ. Concisión, lenguaje y experiencia.

"Lo que me gusta de la poesía de Trejo es la precisión, la concisión con que utiliza las palabras...(Admite que por intermedio de Bayley leyó a Char y por éste aprendió la técnica de la concisión)...
Admiro la conjunción entre esa precisión del lenguaje y su experiencia vivida. Un texto del propio Trejo refleja esta actitud y su personalidad: 'He vivido siempre con esta idea fija/Años súbitos y veloces/días que me miran con un solo ojo/días caminados con un solo pie/diezmados por mi insolencia'... transmite lo que conoce, lo que ha vivido tan intensamente... con humildad y entereza pero no dá concesiones. Su poesía también es así, escribe como vive: 'Ya no tenemos edad/somos los pobres de lujo/la vida es un pasaje de ida solamente.//Sálvese quien quiera.'"(Oscar Bondaz, correspondencia personal).


HABLEMOS DEL LOBO

Solitario en la noche olfatea
Perseguidor de huellas y de tufos

La víctima comparece

Salto
Dentellada
Sangre sobre la nieve
Breve pasión que otro verdugo
Desde lejos
Abolirá de un balazo

El reino de la necesidad no conoce moral


Mario Trejo


"...trata de una poesía de pensamiento. Palabras que conllevan una idea o ideas fundadas en la dialéctica, pensadas desde una intelectualidad responsable" (Oscar Bondaz, ibid).


DOXOGRAFÍA:


HABLANDO DE LOS LOBOS


jauría en movimiento
planifica su estrategia

las víctimas se entregan dóciles
mansedumbre y cobardía anestesiada

agitan el pelo con la brisa en contra
huelen el olor de la sangre
ocultan el color de la sangre

vehemencia y desazón en otros predadores
sin fuerzas que lo habiliten en la escena
mirarán para un costado

la naturaleza de la prepotencia
ocupa su lugar


Oscar Bondaz
..................................................................
Oscar Bondaz nació en Villa Elisa, Entre Ríos, en el año 1954. Reside en Rosario, Santa Fé, desde 1978. Formó parte del grupo literario “El Poeta Manco”. Publicó: “Los Hechos de Dominio Público” (2001) y “El Orejón del Tarro” (2007), ambos en la editora rosarina Ciudad Gótica.

sábado, 8 de mayo de 2010

Aldo Oliva (Rosario, 1927-2000).

El presente poema, compuesto de dos partes, fue originalmente publicado en 1986 por la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario, en un libro que lleva el mismo título por nombre y que reune, además, otras secciones. Edición que incluye un trabajo crítico del profesor Roberto Retamoso.
En "ALDO OLIVA. Poesía Completa", también de la E. M. R. (2003), se reorganizan los textos según indicaciones del propio Oliva, estando el prólogo y las notas a cargo de Roberto García.


CÉSAR EN DYRRACHIUM
a Juan José Saer

I. DIÉGESIS A LUCANO

Ya previsto el combate, como dos gladiadores
mirados por los dioses, los Jefes, enfrentadas
las tropas, acamparon sobre cumbres vecinas.
César ha desdeñado combatir los antiguos
bastiones de los griegos, pues, de hoy en más, no quiere
ya deber al buen hado los favores de Marte
sino frente a su yerno. Consumando sus ruegos,
ha invocado la hora, funesta para el mundo,
de arrebatarlo todo por azar; anhela
el golpe del destino que habrá de ensombrecer
una cabeza u otra. Cubriendo las colinas,
en tres marchas, sus huestes y sus insignias todas
desplegó amenazantes, testimoniando entonces
que está siempre dispuesto a la ruina del Lacio.
Cuando ve que su yerno, sin dejarse atraer
a alguna escaramuza para librar combate,
afirma su confianza cerrando sus trincheras,
mueve César su insignia y, escamoteando el paso
por densos matorrales, a toda prisa marcha
sobre la ciudadela del área de Dyrrachium.
Pompeyo, previniendo los controles del mar,
ha copado la altura que el taulantino llama
petra y aloja las murallas de Efira cuyas torres
tan solas bastarían para ponerle abrigo.
Mas, lo que la protege no es obra de la antigua
progenie, el edificio del humano trabajo
que cede fácilmente, pese a su ardua eminencia,
o a las guerras o al paso destructor de los años
sobre todas las cosas. Ningún hierro podría
quebrantar, sin embargo, su defensa: la sede
y la naturaleza del lugar elegido.
Pues, cerrada en su base por la escarpada sima
de enormes arrecifes que vomitan el mar,
a una estrecha colina debe no ser realmente
una isla. Los escollos, terribles a las naves,
sostienen las murallas; los furores del Jónico,
cuando está arrebatado por el Austro implacable,
estremecen los templos y las casas y sube
a las altas techumbres el oleaje espumado.
Una loca esperanza violenta aquí la mente
belicosa de César: cercar al enemigo
diseminado sobre las extensas colinas
y ajeno a la maniobra que se urde desde lejos.
Ha medido las tierras su mirada; sería
-ponderó- fruto exiguo levantar sorpresivos
muros de frágil césped; así, transportó ingentes
rocas de los peñascos y piedras ya arrancadas
de las viejas canteras, las casas de los griegos
y lo que halló, saqueadas sus fortificaciones.
Ni el despiadado ariete, ni de guerra ninguna
máquina arrasadora conmover lograrían
lo que allí se construye. Se fracturan los montes,
y sobre el sitio mismo, por las escarpaduras,
César va conduciendo la marcha de su obra:
abre fosos; trazando la unión de las alturas,
dispone fortalezas coronadas de torres;
en un inmenso abrazo circunda los confines
lejanos, bosques; claros, soledades frondosas;
y en vasto ojeo sus hombres se cierran sobre el paso
de las bestias salvajes (llanos y pasturajes
no hacen falta a Pompeyo: sin salir del circuito
del baluarte de César, desplaza el campamento).
Más de un río aquí surge y allí se pierde, luego
de un curso fatigoso; mas César, extenuado,
en medio de los campos, para pulsar la suma
de su obra, permanece. Que ahora la antigua Fábula
exalte las murallas de Ilión y que con ello
las adscriba a los dioses; que el cerco amurallado,
hecho en débil ladrillo, de Babilonia, admiren
los partos fugitivos: he aquí que todo el ámbito
que va envolviendo el Tigris, todo lo que el Orontes
rápido va ciñendo, las tierras del oriente
provistas por los pueblos de todo el Reino Asirio,
contenerse podrían en esta obra arrebatada
de súbito al tumulto confuso de la guerra.
¡Cuánta labor perdida! Tantas manos podrían
unir Sestos a Abydos y hundir el mar de Frixos
bajo un suelo de tierra; de los extensos reinos
de la cásta de Pélope separar a Corinto
y ahorrar a los navíos los enormes rodeos
del cabo de Malea; sin que fuese otorgado
por la naturaleza, transformar -por su bien-
cualquier lugar del mundo. Se ha unificado el campo
del juego de la guerra. Se nutre aquí la sangre
que va a ser derramada sobre todas las teirras;
aquí están contenidos los futuros desastres
de Tesalia y de Libia. La furia civil hierve
sobre la breve arena. La estructura erigida
ha buralado en principio la atención de Pompeyo:
tal aquél que seguro en los campos cultivados
en medio de Sicania desconoce el ladrido
de los rabiosos Pélores, o, cuando agitadas
por la errabunda Tetis las playas rutupinas,
el estruendo oleaje escapa a los britanos
de Caledonia céntrica. En cuanto vio las tierras
cercadas por las vastas líneas de los baluartes,
conduciendo en persona el descenso de los cuadros
desde el fuerte de Petra, los dispersa a lo largo
del terreno, variado de elevaciones leves,
para extender las fuerzas de César y atenuarle
la compresión al cerco moviéndole sus hombres.
El mismo se reserva, con una empalizada,
un refugio cercado, semejante en distancia
a la que corre desde las alturas romanas
a la pequeña Aricia, la villa de los bosques,
consagrada a la Diana que se adora en Micenas;
tan extensa es la franja de tierra donde el Tíber,
deslizándose bajo las murallas de Roma
-suponiendo que nunca torciera su corriente-,
al mar va descendiendo. Las trompetas no llaman
a combate; sin voces de mando, los disparos
van ciegos; y cuando, muchas veces, el brazo
se ensaye en el venablo, se habrá incurrido en crimen.
Un extremo cuidado de Pompeyo le impide
que se enfrenten las armas. Considera la exhausta
provisión de la tierra que la caballería
pisoteó en su carrera: deshizo el duro casco
con frenético paso las praderas herbosas;
aunque plenos de paja, transportada desde otras
riberas, los establos, el corcel de batalla,
en los campos segados, exánime reclama
vitales pastos frescos, y, plegando sus corvas,
en un trémulo giro, doblegándose, muere.
En tanto disolvía la corrupción de sus cuerpos
y consumía sus miembros, el inmutable cielo,
desde una oscura nube, diseminaba el fluido
contagio de la peste. Con soplo parecido,
arroja Neso desde los peñascos brumosos
de la Estigia de los aires y los antros que exhalan
las furias del mortífero Tifón. Se quebrantan
los poblados. El agua, más dispuesta que el cielo
a padecer la carga de todas las ponzoñas,
al instilar sus heces endurece las vísceras.
ya una torva negrura deja yerta la piel
y desgaja los ojos distensos; por la cara,
que el morbo sacro abrasa, la ígnea plaga transita;
la cabeza, agobiada, rehúsa sostenerse.
Más y más el destino todo arroja al abismo;
ya el morbo no intermedia la muerte con la vida;
y con la muerte llega la indolencia: la plaga
se expande, con la turba de aquellos que cayeron,
en tanto los cadáveres yazgan insepultos
mezclados con los cuerpos de los sobrevivientes;
pues ser diseminados más allá de las tiendas
de campaña tan sólo los funerales eran
de aquellos desdichados ciudadanos. Con todo,
la desventura cede: detrás estaba el mar,
las riberas, el aire que dan los aquilones,
las carenas repletas de la mies extranjera.
En cuanto al enemigo, libre sobre las tierras
de espaciosas colinas, no se hallaba oprimido
por el aire pesado ni por el agua inerte;
pero, como asediado por un estrecho cerco,
sufre el terror del hambre. Las eras ya no se hinchan
con las altas espigas. Se ve una miserable
muchedumbre allanarse a un alimento propio
de salvajes rebaños: mordisquear las malezas,
desfoliar las florestas, arrancar ignoradas
raíces de yerbajos inciertos que amenazan
de muerte; lo que pueda malearse con la llama,
triturarse con los dientes, echarse a las entrañas
por las fauces resecas; un cúmulo de viandas
hasta entonces ausentes de las mesas humanas:
ved aquí la presea de un soldado que, empero,
asedia a un enemigo saciado largamente.
No bien Pompeyo ha optado por forzar el encierro
y, evadiéndose, abrirse tránsito a nuevas tierras,
no esperará las horas oscuras de la noche
con sus mil escondrijos: desprecia los furtivos
caminos solitarios que inactivas harían
las armas de su suegro; quiere salir con una
magnitud de catástrofe; abatir con su empuje
las torres del baluarte y atravesar la línea
de todas las espadas por la vía certera
que impondrá la masacre. Ya percibe una parte
de los muros cercanos expuesta al ataque:
allí donde en las torres que defiende Minucio
se han reducido tropas y espesos matorrales
cubren con su maraña la tupida arboleda.
Ya, sin que lo denuncia ninguna polvareda,
mueve sus batallones y de súbito irrumpe
al pie de las murallas. Mil águilas latinas,
unánimes, brillaron en el llano; mil tubas
resonaron; y para que la victoria al hierro
nada deba, el espanto confundió al enemigo
atónito. Tan sólo restó al valor la suerte
de yacer, abatido, en un suelo, donde antes,
por decisión, hubiera sido preciso estar;
mas ya no se halló nadie que se hallase al alcance
del impacto del hierro cuando busca la herida,
y toda una violenta nube de ágiles flechas
se perdió en el espacio. Vuelan entonces teas,
proyectando en el muro remolinos ardientes
cargados de resina; las torres, desquiciadas,
ya oscilan y amenazan desplomarse. La escarpa
vomita bajo el golpe del madero incesante
que con furia la embiste. El lienzo inexpugnable
del erguido baluarte ya habían sobrepasado
las pompeyanas águilas; ya se desplegaban
los derechos del mundo. Mas, lo que la Fortuna
rescatar no podría ni con mil escuadrones
y el mismo César, juntos, únicamente un hombre
al vencedor disputa: niega ser un castrado
y sostiene que, en tanto pueda blandir un arma
y no caiga abatido, la corona del triunfo
no será de Pompeyo. Llaman Zurdo a este bravo.
Sirvió un tiempo en la plebe de los cuarteles, antes
de combatir los pueblos montaraces del Ródano;
desde allí, promovido con precio de su sangre,
llevó la insigne vara del centurión latino
a un rango temerario. Proclive a la perfidia,
ignora qué gran crimen es el valor en armas
entre los ciudadanos. Este es el que ve aquí
abandonar a Marte sus camaradas para
refugiarse en la fuga. “¿Dónde os empuja –dice-
este pavor impío que todos los ejercicios
de César ignoraron? ¡Esclavos torpes, recua
de siervos, despojada del fuego de la sangre!
¿Dais la espalda a la muerte? ¿No os averguenza el cúmulo
de los hombres valientes (donde faltais) y heceros
buscar inútilmente bajo de los cadáveres
y sobre las hogueras de piras mortuorias?
¿Con el honor perdido, guerreros, por lo menos,
no os detendrá la cólera? Entre todos aquellos
por donde el enemigo pudo pasar, nosotros
hemos sido elegidos. Cuando este día se vaya
no habrá corrido poco la sangre de Pompeyo.
Más feliz habría sido de convocar las sombras
ante el rostro de César; me negó la Fortuna
este testigo; sólo celebrará Pompeyo
mi caída. Que me quiebren los dardos en la dura
propulsión en los pechos; que se melle la espada
en vuestros cuellos. Ganan ya el sonido y el polvo
del derrumbe de los puntos alejados; el eco
del estruendo ha golpeado las orejas de César.
Vencimos, camaradas. Ya vendrá el que vindique
la ciudadela, mientras, combatiendo, morimos.”
Esta voz ha excitado más el furor que cuando
lo inflamaron los sones primeros del clarín.
Admirados del héroe, los guerreros avanzan,
ávidos y expectantes, por saber si el coraje,
minoritario en número y sorprendido en medio
de aquel lugar adverso, puede más que morir.
Se ha detenido el Zurdo sobre la escarpa en ruinas;
desde las altas torres va arrojando cadáveres
que hacinados yacían y el alud de los cuerpos
aplasta al enemigo que avanzaba a sus pies.
Todo aquello que pueda servir de proyectil:
deshechos de las ruinas, escombros y maderos,
abastece al valiente, que amenaza al contrario
con su propia caída. Ya con aguda estaca,
ya con férreo bichero, desaloja los muros
de pechos enemigos y cercena las manos
que se aferran a lo alto de las empalizadas.
Lanza bloques de piedra que quebrantan espaldas
y cabezas, y apenas defendida la masa
cerebral por el frágil ensamblaje del casco
se disgrega disuelta; calcina en llamas a otros
cabellos y mejillas; se oye chirriar el fuego
por los ojos quemados. Cuando el apilamiento
de cadáveres hubo consolidado un suelo
a un nivel que rozaba las alturas del muro,
un salto llevó al Zurdo, por sobre la eminencia
vecina de las armas, al exterior, cayendo
entre los batallones: no menos reticente
que aquel con que el leopardo veloz elude el cerco
por sobre los venablos. Entonces, ya metido
en medio de los cuadros compactos y rodeado
de un ejército entero, volviéndose, aniquila
todo aquel enemigo que alcance su mirada.
Ya su espada se embota cuando, de punta hacha,
va entregando a su filo lo espeso de la sangre;
pierde el hierro su oficio: ya sin herir los miembros,
los tritura. Mas sufre, por su parte, el impacto
de todos los disparos, moles de piedra y flechas:
toda mano es certera, toda lanza es segura.
Y así, ve la Fortuna trabarse en la batalla
a una pareja insólita: un hombre y un ejército.
Bajo continuos golpes resuena el vigoroso
escudo y los fragmentos del casco hendido abrasan
las sienes oprimidas; y ya nada protege
los sectores vitales de la carne desnuda
como no sea las picas que se yerguen, sumidas
hasta tocar los huesos. ¿Por qué, insensatos, ahora,
con vuestras jabalinas y con livianas flechas
desperdicias el golpe mortal que no halla el blanco?
Que, vibrando del nervio retorcido del arco,
una alta falarica lo aniquile o la pieza
pesada de un peñasco; que el hierro del ariete
y el curvado trayecto que traza la ballesta
lo barran. No es un frágil muro el que se levanta
para sostén de César y retiene a Pompeyo.
El Zurdo ya no cubre el pecho con sus armas:
ha sentido vergüenza de amparárse en el círculo
de bronce del escudo (que deja ocioso al brazo
izquierdo que lo aferra), cayendo en una falta
para sobrevivir. Mas, mirad: ahora, en el pecho
clava una espesura de hierro, afronta, solo,
el empuje sangriento de un ejército entero
y, empero, ya con paso cansado, va eligiendo
al enemigo sobre quien habrá de recaer.
……………………………………………………………………………
He aquí que desde lejos, una caña cretense
de Gortyna, lanzada por una mano oriunda
de la altura del Dicte, donde creció el gran Júpiter,
es tendida hacia el Zurdo; más certera que todo
lo que deseara un ruego, penetra en la cabeza
y desciende hasta el globo del ojo izquierdo. Entonces,
desgarrando el guerrero las rémoras del hierro
a la vez que la malla de las fibras nerviosas,
arranca la incrustada flecha al ojo pendiente
y sin temblar aplasta la flecha y la pupila.
Cual la osa de Panonia, más cruel después del golpe,
cuando el libio ha lanzado su venablo, sujeto
a una pequeña cuerda, y, a locas dentelladas,
intenta asir el arma que, al girar de la bestia,
girando huye con ella, la ira arrasó aquel rostro
y, aún en pie, una sangrante lluvia lo desfigura.
un júbilo estruendoso que azota el éter se alza
del ala victoriosa. Más, entre aquellos hombres,
excitó la alegría la sangre de un villano
que si viese a César desangrándose herido.
El Zurdo, enmascarado su furor, lo sepulta
en el fondo del alma; con tono blando, dice,
mientras borra en su rostro la enraizada fiereza:
“Cesad ya, ciudadanos; lejos de aquí apartad
la presencia del hierro; para lograr mi muerte
no es preciso la herida; no será necesario
que me llenéis de flechas: bastará que se arranquen
las que mi pecho cubren. Arrastradme, dejadme,
vivo aún, en los campos de Pompeyo. Otorgadle
la dicha a vuestro jefe de que el Zurdo sea ejemplo
de deserción a César, antes que pueda serlo
de una muerte honorable”. Creyó estas engañosas
voces un desdichado, de nombre Aulo, no viendo
la punta del acero que tremante se alza.
cuando, a la vez, intenta tomar al prisionero
los brazos y las armas, la espada fulminante
le da en plena garganta. La potencia del Zurdo
se enardece: esta sola muerte logra rehacerlo.
“Pague su pena –dice- quienquiera haya esperado
la sumisión del Zurdo. Si pompeyo demanda
la paz ante esta espada que baje sus pendones
y glorifique a César. ¿Consideráis que, iguales
a vosotros, soy débil ante el sino fatal?
Menos vale a vosotros la causa del Senado
y el amor de Pompeyo que para mí la muerte.”
No bien hubo dicho esto, cuando una polvareda
se elevó denunciando que las cohortes de César
ya se hallaban presentes. Esto eximió a pompeyo
de la infamia y del cargo de que todos sus cuadros
se dieran a la fuga por tu sola presencia,
¡oh, Zurdo! Cuando Marte te hubo desamparado
al fin te desplomaste, pues sólo era el combate
el que nutría de fuerzas tus venas agotadas.
Un tropel de su gente, mientras se derrumbaba,
la recoge y se alegra de portar en sus hombros
el cuerpo consumido. Como si se encerrase
un numen en su pecho traspasado, veneran
en él la especie viva de la magna Virtud;
y, a la cual más, se prodigan en despojar de flechas
sus miembros perforados. Los dioses, Marte mismo,
con el pecho desnudo, decoraron tus armas,
Zurdo. Qué dicha para la mención de tu fama
si el que te dio la espalda, corriendo, hubiese sido
ya el íbero esforzado, ya el teutón de arma larga,
ya el cántabro, de corta. No podrás ornar nunca
con despojos de guerra los templos del Tonante
Júpiter, ni los gritos alzarás de victoria
por tus festivos triunfos. ¡Desdichado! ¡Qué enorme
despliegue de bravura para forjarte un amo!
……………………………………………………………………………
Pompeyo, repelido de este sector del frente,
no difirió la lucha, ni, dentro de su encierro,
reposó más ocioso que lo que el mar se cansa
cuando, alzándose el euro, la ola hiere el escollo
que la quiebra, o el flanco de una alta montaña
carcome, preparando su derrumbe final.
Desde allí combatiendo los bastiones vecinos
al impasible abismo, con doble acometida,
los reduce y dispersa las tropas a lo lejos;
y extendiendo sus tiendas por la llanura abierta,
se complace en el libre juego que le departa
este cambio de tierra. César difícilmente
se había apercibido del curso de la lucha
(que reveló una lumbre cimera en la atalaya):
se encontró con los muros ya abatidos y el polvo
amortiguado y, como frente a una antigua ruina,
observó los vestigios inmutables y fríos.
La paz intensa misma del lugar lo inflamó;
la calma de Pompeyo removió su furor;
¡César vencido, el sueño! Por turbar este gozo
apresura la marcha fatal hacia el desastre:
se arroja amenazante frente al haz de Torcuato.
al ver éste las fuerzas concentradas de César,
obra tan lentamente como el marino cuando,
viendo temblar el mástil, sustrae todas las velas
el vendaval que rigen los designios de Circe:
repliega así los cuadros hacia un estrecho muro
más interno, operando la cohesión de sus armas
sobre un pequeño cerco. César ya había transpuesto
la fila de trincheras que en su base rodeaba
la empalizada externa, cuando Pompeyo desde
el alto emplazamiento de múltiples colinas
lanzó todas sus tropas y desplegó sus armas
cercando al enemigo. Bajo el soplo del Noto,
no se horroriza tanto por Encélado el hombre,
entre los valles de Enna, cuando el Etna repleto
vacía sus cavernas y en torrentes inunda
de lava las llanuras, como los legionarios
de César que, rendidos por el polvo, ante el haz
depositado, y bajo las tinieblas de un ciego
terror, temblando, chocan contra los enemigos
mismos de quienes huyen y el pavor los arroja
a la fatalidad. Así, toda esa sangre
pudo haberse vertido con las armas civiles
hasta lograr la paz: pero el mismo Pompeyo
retuvo las furiosas espadas. ¡Cómo, Roma,
habrías vencido, sólo sometida a la ley,
libre y feliz, y dueña de todos tus derechos,
si en el sitio, triunfante, se hubiera hallado Sila!
Duele, ¡oh, César!, y nunca dejará de dolerte
que hayas aprovechado del mayor de tus crímenes:
el haber combatido tan reverente yerno.
¡Ah, qué triste destino! No habría llorado Libia
la matanza de Utica, ni de Munda, España;
el Nilo, maculado de una sangre nefanda,
un cadáver más noble que el del señor de Faros
jamás se habría llevado; con sus restos desnudos,
Juba no habría signado las arenas marmáricas,
ni escipión aplacado, con su sangre vertida,
las sombras de Cartago; ni se habría consumado
una vida sagrada como la de Catón.
Roma, para ti pudo ser el último día
maléfico y Farsalia pudo haberse zafado
de la red del destino. Ved: César ya abandona
el ámbito ocupado por un numen adverso
y busca con sus tropas mutiladas las tierras
emaciadas. Pompeyo quiso seguir las armas
fugitivas del suegro por doquier que ellas fuesen,
pero sus camaradas intentan disuadirlo
reclamando el regreso a los lares paternos
y a la ausonia, ya libre de fuerzas enemigas.
Dice Pompeyo: “Nunca me servirá de ejemplo
César cuando yo deba regresar a mi patria.
nunca me verá Roma retornar sino cuando
licencie mis soldados. Desde su movimiento
surgente habría podido retener a Occidente
si se hubiese placido profanar con mis tropas
los templos de mi patria y desatar la lucha
en el centro del Foro. Por alejar la guerra
iría hasta las regiones extremas de frío escítico
y hasta las zonas tórridas. Roma, vencedor,
yo te despojaría de un bendito reposo;
yo, que por no abrumarte con sangrientos combates,
me encuentro fugitivo. Para que no los sufras,
¡ah!, más bien piense César que ya le perteneces”.
Dicho así, se convino fijar la dirección
hacia Febo naciente y siguiendo las tierras
lejanas al camino, por donde la Candavia
abre vastas quebradas, acceden a la Emacia,
que el Hado preparaba para extender la guerra.
………………………………………………………………………………



II. ALITER

Et cetera, Marco Anneo Lucano:
has de saber que las auroras
vieron sobrevolar a las Harpías
durante dos milenios;
has de saber (el sibilino
hexámetro lo nombra)
que el Hierro se extendió de mar a mar;
que la temprana
fiebre de Cumas
ilustró con el fuego,
en las lindes del mundo,
las cuevas vietnamitas
y una magna hidrarquía,
grande como las aguas,
inhumó la semilla
cósmica del acero
en las fosas votivas de la abierta ecumene.

Has de saber que las Harpías
vieron sobrevolar a las auroras
durante dos milenios;
has de saber (y aquella boca
sometida al poema lo sabía)
que, acuñada en los dones
del Evo de Saturno,
una incierta moneda
congregó al oro cándido
que alumbraba el espacio,
legisló entre las sombras
los bienes de la tierra,
roló en ríos de sangre,
trocó en precio la muerte
y restalló en los signos que rigieron la vida.

¡Qué cerca estaba Cólquide!
aquí nomás. En la vagina,
ya penetrada;
en la mira, el incienso
y el oro de las almas;
en el aire, millonario del nápalm.
un tiempo
de furia circular inseminado,
de seminal infinitud movido,
nos acuna, coetáneos
del esplendor que infectaban las Harpías,
del hedor que oprimía a las auroras.
Ergo, Anneo Lucano:
¿no es tu misma pasión la que soporta
la inscripción de esta mano?
Quiero decir: no estamos condenados
a inventar el vacío
de posesión cuando se inscribe
la mano de poder sobre las cosas?

“El ánfora erigida frente al palor de Oriente”
es una epifanía
o un ritmo funerario?
una visión o un ruego?
Se da sobre el espacio
o sobre la palabra?,
en la palabra espacio?
Calma, niños, calma.
Ha llegado el momento.

La pupila rijosa
Reginae Bitiniae
ha contemplado el mar
(esa loca esmeralda
que un sueño llamó Adriático
y la Galia ulterior, “vagues de rêves”)
desde una tierra
alta de derrota:
Dyrrachium, feo promontorio,
tus aves –como el ojo de la Gloria-
habrá librado
su insignie deyección
entre las olas esmeraldas
para lavarse el sueño
del vuelo hacia la altura?
Ahora en el seno
de una topografía estupefacta
la caligráfica mirada
dibuja los confines
que el mirto y el laurel enmascaraban
a los prodigios de la espada:
radial rosa de fuego,
razonará en el brazo
constructor del espacio
que alteraban los dioses;
légamo lujurioso,
apresará en la letra
labrada los temblores
que ofuscaban la imagen.
Aunque la esencia
de la luz, equívoca, conjure
la piedad con la roca
o el amor con el póstumo amaranto,
no quedará vestigio
de piedra libre
que en sí misma se cumpla;
el ojo espiritual, en las fisuras
de la materia alucinada,
cauto, manual, inexorable,
socavando la noche
del ánfora erigida frente al palor de Oriente,
no es ya límpida parábola
de la masacre esclarecida
entre las huellas de la luz?

Has nacido, Occidente. Una fronda
agitada de metales perennes
nos cuestiona las manos
y nos cobija el sexo cuando,
bajo el reclamo de un viento soterrado,
olemos, curvados como un arco
sobre la vieja tierra,
la sombra solapada del deseo
que la palabra transfiguró en ceniza.

(1977)

sábado, 1 de mayo de 2010

David Hume (Edimburgo, 1711-1776). La verdad en la literatura.

"… si comparamos todos los fenómenos que aparecen en este tema, veremos que la verdad, por necesaria que pueda parecer en toda obra literaria inteligente, no tiene otro efecto que el de procurar una recepción fácil de las ideas, haciendo que la mente asienta a ellas con satisfacción o, al menos, sin reticencia. Sin embrago, como es éste un efecto que puede fácilmente suponerse debido a esa solidez y fuerza que –según mi sistema- acompaña a las ideas establecidas gracias a razonamientos por causalidad, se sigue que toda la influencia de la creencia sobre la fantasía puede ser explicada partiendo de ese sistema. De acuerdo con ello, podemos observar que allí donde esa influencia surge de principios distintos a la verdad o realidad, toman éstos su lugar, proporcionando idéntico entretenimiento a la imaginación. Los poetas han forjado lo que ellos denominan un sistema poético de las cosas, que, aunque no sea creído ni por ellos ni por sus lectores, se toma como base suficiente para cualquier ficción. Estamos tan acostumbrados a los nombres de Marte, Júpiter y Venus que, del mismo modo que la educación fija una opinión, la repetición constante de esas ideas las hace penetrar con facilidad en la mente y predominar en la fantasía, sin influir en el juicio. De forma análoga, los autores trágicos toman siempre prestadas sus fábulas o, al menos, los nombres de sus principales personajes, de algún conocido pasaje de la historia; y no hacen esto para engañar a los espectadores, ya que confiesan francamente que no han seguido la verdad punto por punto en todos los incidentes de la acción, sino que lo hacen a fin de procurar una recepción más fácil en la imaginación de los extraordinarios sucesos que presentan. Sin embrago, ésta es una precaución que no necesitan los poetas cómicos, cuyos personajes e incidentes penetran, por ser de un tipo más familiar, con mayor facilidad en la recepción, y se aceptan sin tanta formalidad, a pesar de que a primera vista sean tenidos por ficticios y por mero producto de la fantasía.
Y no sólo esta mezcla de verdad y falsedad, existente en las fábulas de los poetas trágicos, sirve a nuestro propósito actual, a mostrar que la imaginación puede ser satisfecha sin creencia ni certeza absoluta, sino que, desde otro punto de vista, puede considerarse como una poderosa confirmación de este sistema. Es evidente que los poetas utilizan este artificio de tomar de la historia los nombres de sus personajes y los acontecimientos principales de sus poemas con el fin de procurar una admisión más fácil de la obra entera, haciendo así que ésta produzca una impresión más profunda en la fantasía y las afecciones. Al ser enlazados en la trama de un poema u obra dramática, los distintos incidentes adquieren una suerte de relación; y de este modo, si alguno de ellos es objeto de creencia, confiere fuerza y vivacidad a los demás incidentes con él relacionados. La viveza de la concepción primera se difunde por las relaciones y, como si fuera por muchos conductos y canales, es llevada a cada idea que tenga alguna comunicación con la idea primaria. Ciertamente que esto no puede nunca equipararse a una seguridad perfecta, pues la unión entre ideas es en cierto modo accidental. Con todo, puede acercarlas tanto en influencia, que llegue a convencernos de que derivan del mismo origen…"

(fragmento, De los Efectos de Otras Relaciones y Hábitos, Sección IX, Tratado de la Naturaleza Humana, Tecnos, Madrid, 1992. Traducción Félix Duque).

miércoles, 21 de abril de 2010

JOHN DONNE (Londres, 1572-1631). Poesía Sacra.




Todos los poemas han sido tomados de JOHN DONNE. POESÍA SACRA, Beatriz Viterbo, Rosario, 1996. (Versión de Sergio Cueto).





I

¿Tú me has hecho y decaerá tu obra? Sáname ahora, que se apresura mi fin, que corro hacia la muerte y la muerte me encuentra, veloz, y todos mis placeres son como el ayer. No me atrevo a dirigir los empañados ojos a ningún lado: tal espanto arrojan la desesperación detrás y delante de la muerte; mi débil carne se corrompe en su pecado, que la hunde en el infierno. Únicamente tú estás arriba, y cuando hacia ti me permites mirar, de nuevo me levanto. Pero nuestro antiguo y sutil enemigo me tienta de tal modo que no puedo sostenerme ni un instante. Tu Gracia debe darme alas para eludir su arte, y tú, como el diamante, atrae mi corazón de hierro.




II

Como deudor obligado por muchos pagarés, renuncio a mí mismo en tu favor, oh Señor. Primero fui hecho por ti, y para ti, y cuando me arruiné, tu sangre compró lo que antes fue tuyo. Soy tu hijo, hecho de ti para brillar, tu siervo, cuyas penas puntualmente recompensaste; tu oveja, imagen tuya, y, mientras yo mismo no me traicione, un templo de tu divino Espíritu. ¿Por qué entonces el demonio de mí mismo me despoja? ¿Por qué hurta, arrebata incluso, lo que te pertenece? A menos que me levantes y por obra tuya pelee, ay, pronto despertaré: cuando vea que amas tanto a la humanidad, pero no me eliges, y que Satán me odia, pero se rehúsa a perderme.




III

Puedan a mi pecho y a mis ojos regresar esos suspiros disipados y esas gastadas lágrimas; oh, que pueda en este santo descontento llorar con beneficio, tal como lo hice en vano. ¿Qué chubascos, en mi Idolatría, devastaron mis ojos?, ¿qué pesares alquilaron mi corazón? Aquel sufrimiento fue mi pecado; ahora me arrepiento. Debo sufrir por haber sufrido. El borracho hidrópico, el ladrón agazapado en la noche, el ardiente libertino, el ufano, que es llama de sí mismo, todos guardan un recuerdo de pasadas alegrías para consuelo de los males que vendrán. A mí, desdichado, no se me concede ese alivio. Largo y vehemente, el pesar fue efecto y la causa, el castigo y el pecado.




IV

Oh, negra alma mía, ahora te reclama la enfermedad, heraldo de la muerte y paladín suyo. Eres como un peregrino que ha sido traidor en todas partes y no se atreve a volver al sitio del que huyó; o como un ladrón, que hasta el día en que se lea su sentencia de muerte quiere verse libre de la cárcel, pero que condenado y llevado al patíbulo querría poder estar todavía encarcelado. Empero, aún si te arrepientes, precisas de la gracia. Mas ¿quién te dará esa gracia para empezar? Oh, que el santo duelo te vuelva negra, y roja el rubor, como lo hizo el pecado. Lávate en la sangre de Cristo, que, siendo roja, tiene la virtud de teñir, las rojas almas, de blanco.




V

Soy un pequeño mundo ingeniosamente hecho de elementos, y una vivacidad angélica; pero el negro pecado vendió a la noche eterna las dos partes de mi mundo, ay, y ambas partes deben morir. Tú, que más allá de los cielos hasta ayer más altos encontraste nuevos orbes, y de nuevas tierras puedes hablar, derrama nuevos mares en mis ojos, para que pueda así inundar mi mundo con mi tierno llanto, o lavarlo, si es que debe inundarse de nuevo. Mas, ay, debe arder; el fuego de la injuria y de la envidia lo abrasó hasta aquí, y lo hizo todavía más pestilente. Deja que esas llamas se retiren y abrásame, Señor, con tu ardiente celo y con el de tu casa, en la que al comer sanamos.




VI

Esta es la última escena de mi drama. Aquí fijan los cielos el último metro de mi peregrinaje; aquí tardíamente, aunque veloz fue su curso, da mi carrera su último paso, halla mi trecho su última porción, toca mi instante su último tris. Aquí la muerte devoradora disociará mi cuerpo y mi alma, y dormiré un rato; pero esa parte de mí en eterna vigilia verá aquel rostro que a mi sociedad toda ya estremece de pavor. Cuando el alma se haya volado a su primer morada, el cielo, y el cuerpo nacido del polvo torne al polvo, su casa, entonces mis pecados caerán (porque a todo se le hace justicia) a donde se criaron y quisieran arrastrarme, al infierno. Impútame lo justo, ya que así, limpio de mal, dejo el mundo, la carne, el diablo.




VII

Desde las imaginarias esquinas de la redonda tierra, sonad vuestras trompetas, ángeles, y alzáos, alzáos desde la muerte, vosotras, infinidades innumerables de almas, y regresad a vuestros esparcidos cuerpos, todos los que destruyó el Diluvio y el fuego destruirá, todos a los que la guerra, el hambre, la vejez, las pestes, las tiranías, la desesperación, la ley, la fortuna han exterminado, y vosotros, cuyos ojos verán a Dios, y nunca probasteis el desconsuelo de morir.
Más déjalos dormir, Señor, y a mí llorar un rato, pues si mis pecados son más abundantes que ellos, entonces, cuando estemos allí, será tarde ya para pedir la abundancia de tu gracias. Aquí, en este humilde suelo, enséñame a arrepentirme, pues esto sería como si hubieras sellado mi perdón con tu sangre.




VIII

Si las almas fieles son glorificadas igual que los ángeles, entonces el alma de mi padre ve, y ello se agrega a su completa felicidad, cuán valiente cruzo de un salto la ancha puerta del Hades. Pero si esas almas divisan a nuestros espíritus no inmediatamente sino por sus circunstancias y a través de signos evidentes en nosotros, ¿cómo probarán la blanca verdad de mi espíritu? Ellos ven al amante idólatra llorar y lamentarse, y al vil, blasfemo hechicero invocar el nombre de Jesús, y al fariseo hipócrita fingir devoción. Vuélvete pues, alma meditabunda, hacia Dios, porque él conoce tu verdadero pesar, puesto que él lo puso en mi pecho.




IX

Si los minerales venenosos y aquel árbol, cuyo fruto vistió de muerte nuestra inmortalidad, si el lascivo macho cabrío y la serpiente envidiosa no pueden ser condenados, ay, ¿por qué habría yo de serlo? ¿Por qué la intención o la razón, nacidas de mí, harían mis pecados, iguales a los otros, más abominables? Y si la misericordia es fácil y gloriosa para Dios, ¿por qué amenaza con su implacable cólera?
Pero ¿quién soy yo para atreverme a disputar contigo, oh Dios? Ah, de tu única, inapreciable sangre, y de mis lágrimas, haz un celestial Leteo y ahoga en él la negra memoria de mis pecados. Para que tú los recuerdes, y reclames alguno como deuda, pienso agradecerte si llegas a olvidarlos.




X

No te enorgullezcas, muerte, aunque te llamen poderosa y horrenda, porque no lo eres. Aquellos a los que creíste abatir, triste muerte, no murieron, ni a mí puedes matarme. Si del reposo y el sueño, meras imágenes tuyas, tanto placer proviene, de ti, entonces, mucho más debe venir. Los mejores de nosotros se van enseguida contigo –paz a sus huesos, a sus almas redención. Esclava del Hado, la Fortuna, los reyes, los desesperados, si con veneno, guerra, enfermedad, amapola, encantamiento se nos hace dormir tan bien, mejor que con tu golpe, ¿de qué te jactas? Tras un breve sueño, eternamente vamos a despertar, y ya no habrá más muerte. Tú, muerte, morirás.




XI

Escúpeme el rostro, judío, y atraviésame el costado; abofetéame, flagélame, escarnéceme, crucifícame, porque he pecado y vuelto a pecar, y sólo Él, que no pudo haber hecho mal, ha muerto. Pero mi muerte no puede satisfacer mis pecados, que superan la impiedad de los judíos. Ellos una vez mataron a un hombre sin gloria, pero yo lo crucifico a diario, aunque hoy sea glorioso.
Oh, déjame admirar entonces todavía su extraño amor. Los reyes perdonan, pero Él cargó con nuestro castigo. Y Jacob llegó vestido con viles, ásperas ropas, mas para suplantar a otro, y no sin provecho; pero Dios se vistió a sí mismo con la vil carne del hombre, para poder ser así lo suficientemente débil y sufrir su miseria.




XII

¿Por qué nos sirven todas las criaturas? ¿Por qué los pródigos elementos me proporcionan vida y alimento, siendo más puros que yo, simples, y ajenos a la corrupción? ¿Por qué toleras, caballo ignorante, tu sujeción? ¿Por qué lo haces tú, buey?, ¿por qué así cargado, vendados los ojos, simulas debilidad y mueres bajo el golpe del hombre, cuya especie entera podrías devorar, y alimentarte? Más débil soy yo, mía es la desdicha, y peor que la tuya, pues tú no has pecado, y no tienes que temer.
Pero un milagro más grande nos admira: no que a nosotros, naturalezas creadas, esas cosas se sometan; sino que su Creador, ni al pecado ni a la naturaleza atado, por nosotros, sus criaturas, enemigos suyos, haya muerto.




XIII

¿Y si fuese esta la última noche del mundo? Graba en mi corazón, alma mía, allí donde resides, la imagen de Cristo crucificado, y dí si ese semblante puede espantarte: las lágrimas de sus ojos extinguiendo la luz que azora, la sangre que de la cabeza se derrama agolpándose en las cejas. ¿Puede esa lengua, que suplicó el perdón para el escarnio de su feroz enemigo, adjudicarle el infierno? No, no. Pero así como en mi idolatría dije a todas mis profanas amantes que la belleza es sólo un signo de piedad y que la fealdad lo es del rigor, así te digo que a los malos espíritus horrendas formas se les asignan, y que esta bella imagen asegura una piadosa voluntad.




XIV

Abate mi corazón, Dios en tres personas; porque hasta ahora sólo llamas, suspiras, te luces e intentas remediarme. Para que pueda levantarme y tenerme en pie, derríbame; usa tu fuerza y quiébrame, astíllame, abrásame y hazme de nuevo. Yo, como una unidad usurpada, a otro debida, trabajo por admitirte, mas ¡ay! Inútilmente. La razón, tu virrey en mí, debería defenderme, pero está cautivada, y se muestra débil o desleal. Mas aunque te amo profundamente y quisiera que me amaras, estoy prometido a tu enemigo. Divórciame, desata o rompe otra vez ese lazo, ráptame, encadéname, porque si no me esclavizas nunca seré libre, ni casto, si no me violas.




XV

¿Amarás a Dios como él te ama? Asimila entonces, alma mía, esta sana meditación: Cómo el Espíritu, servido por los ángeles en el cielo, hace su Templo en tu pecho; el Padre, que ha engendrado un Hijo, el más bendito, y que aún lo engendra (para que jamás se vaya), se ha dignado elegirte a ti en adopción, coheredero de su gloria y del descanso infinito del Sabbath; e igual que un hombre al que han robado, que al buscar descubre que sus bienes fueron vendidos y debe perderlos o comprarlos de nuevo, el Hijo glorioso descendió hasta nosotros, a quienes había hecho y Satán robó, y por nosotros fue muerto, para salvarnos. Ya era mucho que el hombre fuese hecho como Dios en un principio; pero que Dios se haya hecho hombre, mucho más.




XVI

Padre, tu hijo me da una parte de su doble interés en tu reino; conserva su nudo en la trabada Trinidad y me da la victoria de su muerte. Este Cordero, cuya muerte bendijo con vida al mundo, fue muerto desde el principio del mundo, e hizo dos Testamentos, que con la Herencia suya y con tu reino a tus hijos invisten. Pero son tales las leyes, que los hombres todavía discuten si un hombre es capaz de cumplirlas. Nadie lo hace, pero la todo-curativa gracia y el espíritu vuelven a la vida lo que la ley y la letra matan. El resumen de tu ley, tu último mandamiento, es tan sólo amar. Deja que esta última voluntad perdure.




XVII

Desde que aquella a la que amaba pagó su última deuda con la Naturaleza y para su bien y el mío murió (ay, tan tempranamente al cielo arrebatada el alma), mi espíritu se ha fijado por entero en las cosas celestes. Aquí, el admirarla aguzó mi espíritu en la tarea de buscarte, Señor. Los caminos del agua enseñaron, pues, su manantial. Pero aunque te hallé y mi sed saciaste, una santa y sedienta hidropesía todavía me consume. Mas ¿por qué habría yo de implorar más amor si tú cortejas mi alma a favor de la de ella, para ofrecerle a ella todo el tuyo? No, no temas tan sólo que conceda mi amor a los Santos y a los Ángeles, cosas divinas. Sospecha también, en tu celo suave, que te eclipsen el Mundo, la Carne, el Diablo.




XVIII

Enséñame, amado Cristo, a tu Esposa, luminosa y clara. ¿Es acaso aquella que en la otra orilla va ricamente ataviada? ¿o la que robada y lacerada se lamenta y llora en Alemania y aquí? ¿Duerme mil años y un año vigila? ¿Es la verdad y yerra? ¿Nueva en un momento y al siguiente gastada? ¿Aparece, apareció y aparecerá siempre sobre una, siete, ninguna colina? ¿Habita entre nosotros, o como andantes caballeros soportaremos la afanosa búsqueda antes de ganar su amor? Descubre a nuestros ojos a tu esposa, gentil esposo, y deja que mi alma enamorada corteje a tu suave Paloma, ella, más virtuosa y fiel si muchos la abrazan y a muchos de abre.




XIX

Ay, para torturarme, los contrarios se unen: la inconstancia se ha convertido, antinaturalmente, en un hábito constante; aún cuando no quiera, cambio de votos y de devoción. Tan frívola es mi constricción como mi amor profano, y olvidada con igual presteza; tan misteriosamente destemplada, caliente y fría, como la oración, tan muda; incomparablemente infinita. No me atreví ayer a mirar el cielo, y hoy con súplicas y aduladores discursos cortejo a Dios; mañana verdaderamente temblaré de miedo de su castigo. Así, mis devotos impulsos vienen y se van, como fantásticos escalofríos; a menos que sean ésos mis mejores días aquí; ésos, en los que tiemblo de miedo.

sábado, 10 de abril de 2010

JOSÉ FERRATER MORA (Barcelona, 1912-1991). Doxógrafo contemporáneo: el lenguaje en pos de la metáfora.

“(…) Roman Ingarden señala que hay varias teorías sobre la naturaleza de la obra literaria, es decir, sobre el problema del “modo de existencia” de la obra literaria. Algunos autores opinan que una obra literaria es una realidad que empieza en un momento del tiempo y termina acaso en otro, que puede cambiar y alterarse; se trata de una realidad “física”. Otros autores indican que una obra literaria es una realidad temporal, pero una de carácter psíquico o mental. Lo último puede entenderse de dos modos: o como expresando actitudes y emociones del autor, que el lector tiene que recoger, interpretar y reconstruir, o como expresando emociones y reacciones del lector. Otros opinan, finalmente, que la obra de arte es un “objeto imaginativo”; la obra literaria se refiere a “objetos” de los pensamientos e ideas del autor –objetos que son las cosas y personas representadas en la obra- (cfr. Das literarische Kunstwerk, 3-5). Ingarden rechaza cada una de estas opiniones como parcial y les opone su propia concepción, según la cual la obra literaria es una estructura o formación estratificada, esto es, una estructura compuesta de varias capas heterogéneas. Estas capas (o estratos) son: 1) Los sonidos de palabras y formaciones fonéticas de orden superior basadas en tales sonidos; 2) las unidades de significación de varios órdenes; 3) los aspectos esquematizados y los “continuos” de diversos aspectos; 4) las objetividades representadas y sus viscicitudes (ibid, 8).
En cuanto a los otros autores mencionados, se enfrentan con el problema de la obra literaria especialmente a base de la distinción de los lenguajes en dos tipos: el lenguaje llamado “cognoscitivo”, propio de la obra científica, y el lenguaje llamado “emotivo”, propio de la obra literaria y, engeneral, artística. El lenguaje cognoscitivo es llamado también a veces “indicativo”, “enunciativo”, “referencial” y, a veces, “simbólico”. El lenguaje emotivo es llamado a veces también “evocativo” y, por excelencia, “lírico”. Mientras el primero tiene una función informativa, el segundo tiene una función expresiva. El lenguaje cognoscitivo se compone de enunciados que solamente dicen algo acerca del sujeto que lo emplea; es decir, que se limita a expresar sus emociones y sus sentimientos. De ello se derivan varias consecuencias, de las cuales mencionaremos cuatro. Primera, en el lenguaje cognoscitivo la forma puede ser separada del contenido, mientras que en el lenguaje emotivo forma y contenido son lo mismo. Segunda, mientras el lenguaje cognoscitivo o científico es reversible, el lenguaje emotivo o poético es irreversible. Tercera, el lenguaje cognoscitivo enuncia de algo si existe o no o si es o no de un cierto modo, y, por tanto, sus enunciados son verdaderos o falsos, mientras que el lenguaje emotivo es indiferente a la verdad o a la falsedad. Cuarta, el lenguaje cognoscitivo es un lenguaje abierto, susceptible de rectificación de acuerdo con las observaciones, mientras que el lenguaje emotivo es un lenguaje cerrado. una vez constituida, la obra de arte es inmodificable y forma un universo aparte.
Varias críticas se han lanzado contra esta división de los lenguajes. Principalemente dos. Primera, la de que no es cierto que el lenguaje artístico en general, y poético en particular, sea meramente emotivo o evocativo. Segunda (y es una consecuencia de la anterior), la de que no es cierto que el lenguaje artístico sea indiferente a la verdad o a la falsedad. Según estos críticos el lenguaje artístico, literario, poético, lírico, etc., dice algo acerca de lo real, aún cuando, como ha precisado Urban, lo que dice es distinto de lo enunciado por el lenguaje científico. De acuerdo con esta crítica, se mantiene la diferencia entre los dos lenguajes, pero se rechaza llamar a uno “enunciativo” y al otro “emotivo”; lo único que se puede decir es que hay diferencias entre el lenguaje “científico” y el “poético”, pero diferencias situadas dentro de una línea de continuidad. Muchos argumentos apoyan esta crítica. Por ejemplo, el hecho de que haya entre los enunciados científicos algunos que no dependen directamente de las observaciones de la realidad exterior y se atienen a ciertas exigencias de la construcción conceptual. O bien el hecho de que entre las expresiones literarias haya algunas que, sin dejar de pertenecer a una obra literaria, se refieren a realidades exteriores. Poco a poco se ha llegado a un cierto acuerdo entre dos posiciones que al principio parecían irreductibles. Este acuerdo se basa en la aceptación de varios hechos. Ante todo, el de que puede ser que la diferencia entre la obra científica y la literaria sea sólo una diferencia de tendencia. Luego, el de que las innegables diferencias de estructura entre los dos lenguajes (por ejemplo, el carácter respectivamente reversible e irreversible de cada uno de ellos) no impiden que ambos coincidan en un terreno común: el hecho de ser los dos efectivamente lenguajes y, por lo tanto, de estar los dos sometidos a las mismas leyes de todo universo lingüístico, y especialmente de participar los dos de las dimensiones sintáctica, semántica y pragmática, que, aunque en principio de carácter metalingüístico, pueden ser aplicables a todo lenguaje.
Teniendo en cuenta lo apuntado se ha planteado otro problema, cuyo tratamiento ha permitido un mayor conocimiento de la estructura de la obra literaria desde el punto de vista del lenguaje. Es la siguiente: Paralelamente a la distinción antes mencionada, algunos autores (entre ellos Pius Servien) han llegado a la conclusión de que, puesto que el lenguaje poético es acabado en sí mismo, su estudio consiste esencialmente en el análisis de sus estructuras sintácticas. Éstas están constituidas por elementos tales como los “modelos” de lenguaje, las “curvas rítmicas”, etc. En otras palabras, el lenguaje poético debería ser estudiado. según ello, como si sus expresiones carecieran de significación y, por tanto, de dimensión semántica, Ahora bien, se ha advertido pronto que la dimensión semántica no solamente no puede ser eliminada de la poesía, sino que constituye su característica más destacada. Esto quiere decir que una expresión poética en vez de no decir nada dice, por el contrario, muchas cosas. Tal condición se debe en parte principal al hecho de que el lenguaje poético es primordialmente implícito, en tanto que el lenguaje científico es, o tiende a ser, explícito. Pero, además, se debe al hecho de que las expresiones del lenguaje poético no se desarrollan, por así decirlo, sobre una sola línea semántica, sino que están entrecruzadas por diversas líneas semánticas. En suma, la expresión poética no tiene, como la científica, una, ni, como la puramente exclamativa, ninguna significación, sino que posee multitud de significaciones (…)”

Fragmento de OBRA LITERARIA, Diccionario de Filosofía, t. III (K-P), Ariel, Barcelona, 1994, págs. 2609-2611.

jueves, 1 de abril de 2010

ASHBERY CON GÓNGORA, POR MARCELO LEITES.

"(...) del libro Ruido de fondo (2001), libro que está atravesado por el procedimiento de la intertextualidad de varios poetas, especialmente John Ashbery, con quien andaba enloquecido en esa época, y leía, mientras escribía mi libro en un estado casi febril". (Marcelo Leites, correspondencia personal).


S o r t e s Vergilianae


Ya has vivido un tiempo y no hay nada que no sepas.
Tal vez algo leído en el diario te influenciara y eso ocurrió con frecuencia.
Te pidieron que siguieras estas líneas y seguiste tu propio camino porque te pareció
Que bajo su cobertura había un secreto, casual como respirar, traicionado al ofrecerse.
Entonces se abrió el cielo, revelando mucho más de lo que le correspondía saber a cualquiera.
Es raro lo rápido que crece, casi tan rápido como la luz de las regiones polares.
Reflejada en la capa de nieve ártica en verano. Cuando te das cuenta de hacia dónde va
tienes que seguirla, aunque a una velocidad
por desgracia muy inferior,
De ahí la insensatez y la inutilidad, rabiando en los confines de un callejón
o patio miserablemente iluminados.
El abrazarse unos a otros está en la naturaleza de esta gente, no conocen otra clase sino la suya. Las cosas se pierden de vista rápido y lo mejor es ser olvidados pronto
Porque la miseria es lo que dura, arrojando una luz cancerosa sobre todo lo que tiene cerca: Palabras pronunciadas en lo más cálido de la pasión, que podrían haber sido contenidas a tiempo,
Cualquier intención buena, todo lo problemático, se han apagado
ahora, como el abrazo en el vacío de su flujo.
Y no pueden resucitar salvo como anotaciones perversas acerca de
un indiscutible estado de cosas,
Como conducta del pasado, volviéndose irreconocibles mucho antes de lo que les corresponde. Últimamente te diste cuenta de que las mismas fiebres hacen aún
las mismas rondas, sólo que resultan inasimilables
Ahora que su novedad y su importancia disminuyeron. Con
nosotros sucede igual que con el día y la noche,
El chorro subiendo a través de los grados de la escuela y
abriéndose en suaves floraciones grises
Como chupadas por una aspiradora, la pelusa opulenta de nuestra jaula, también como un insecto excitado
En esgrima nerviosa alrededor de la cabeza, esbozando sus no demasiado
complicadas ordenanzas en la materia del día.
Todos se irán de verdad satisfechos, dejando vacío el estanque, un lugar para nuevos picnics. Después de haber llegado, desnudos, a explorar todos los posibles
terrenos sobre los que se pueden establecer intercambios.
Como: “Se prohíbe pescar”, en modestas letras capitales, y librándose del peso mayor de la cosa Advertida y dejada caer, contundente como una rama con manzanas,
Cuando empezaba a suspirar, justo antes de venirse abajo sobre
la falda, apenada y satisfecha a la vez,
Sabiendo que le llegó la hora mientras tu paciencia apenas
despierta, hacia qué maravillas de especulación, auscultación, visión del mundo,
Satisfecha
con los alrededores. Con este pálido esqueleto de caprichos y ocurrencias provisorias y tardías
Que se te pone en la mano como una carta casi cuarenta años después de haber sido franqueada, Es raro, no es cierto, que el mensaje conserve todavía algún sentido, aunque parcial
en el contexto más amplio de recibir mensajes
A los que tendrás que responder, a la vez que su propósito resulta claro,
Siendo uno e idéntico con el día que originó, aunque esto no lo puedes imaginar.
Hubo un momento en que las palabras entraron hondo, y te reíste e hiciste chistes, cómplice
De todas las posibilidades de su viaje a través de la noche y las estrellas, criatura
Que consideró el abandono de formas tan arcaicas como éstas, pero de todos modos
Las apoyó como a los instrumentos que te hicieron. El surco se manifestó sólo más tarde
Y para entonces fue demasiado tarde para controlar tales aspectos
expansivos como el qué hacer mientras se espera
Que los otros aparezcan: por desgracia no tenía a mi alcance ninguna pila de revistas viejas, Dramas durmiendo bajo la superficie de la máquina cotidiana; además
La buena calidad no es concedida a todos, ¿quién eres tú para suponer que la tenías?
De modo que el viaje se hizo más lento; los contrafuertes de la ciudad se veían ahora de lejos
Pero entretanto el agua se agotaba, la malaria había decimado los rangos y minado la moral,
Ya conoces la historia, de modo que si bien retroceder resultaba
impensable, también lo era la conquista victoriosa de las grandes puertas de bronce.
Tal vez lo mejor fuera pararse aquí mismo, pero ni siquiera eso fue posible.
Varios días después entre el pulsar de las orquestas alguien pidió un trago:
La música paró y los que seguían el ritmo con confianza palidecieron.
Esto es apenas una nota —aunque tal vez microcósmica— de la curva mayor
Del trayecto; no pretende integrarse a él, sino apenas insertarse
hors texte como noción invisible de cómo creció ese día
De planisferio a cielo, y qué rol tuvo el "yo" en todo eso, el investigador insaciable
de trivialidades eruditas, gusano de bibliotecas,
Uno que desfiló con, "hizo causa común", y sin embargo no tenía ni la capacidad
ni el deseo de hacer funcionar la cosa,
Sólo mucha paciencia, como la estrella que sube y se hunde,
dejando la tarea de iluminar al sol poniente.

John Ashbery
(Traducción de Roberto Echavarren)




"(...) Y, en el mismo poema hay una inversión de una línea de un famoso soneto de Góngora. Como es sabido la intertextualidad es el uso literal de una frase, de un sintagma, de un verso de otro escritor usado en un contexto completamente diferente -que es justamente lo que diferencia la intertextualidad del plagio". (Marcelo Leites, ibid.)


SONETO 29

Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el Sol relumbra en vano,
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, (lilio, clavel, cristal luciente
no sólo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

Luis de Góngora


DOXOGRAFÍA:

(...) "Primero pensé que se trataba de que eligiera un poema donde se observara la influencia de algunos autores que han sido mis maestros; algún rastro de Juan L. Ortiz o de Leónidas Lamborghini. Leyendo el trabajo de Fernando* me di cuenta de que no; que más bien se trataba de hacer algo parecido (...) Y recordé que tenía unos viejos textos sobre árboles: Árbol de Montale, Árbol de Eliot, Árbol de Parra, etc.etc., donde imitaba -hasta donde me daba el cuero, claro- los estilos de cada uno de ellos. Pero "parecido", no es igual; porque acá tampoco se trata de un ejercicio, ni de una imitación, sino de un texto literario propio". (Marcelo Leites, ibid).
*Se refiere a "Doxografías: Belottini/Beckett", publicado en este blog.

VI

Las huellas del Renault en la arena continúan su trayecto hasta la orilla del arroyo donde hay un toallón naranja y una bikini a merced del oleaje, se continúan en las huellas de unos pies y ya en el agua se pierden en las piernas que aparecen y desaparecen de la superficie, en su cuerpo que nada mariposa y exhibe su destreza desnuda. Cuando vuelve a la costa deja ver su rostro maravillosamente joven sin saber que alguien la observa detrás de una roca. En la trama posible hay diversas huellas para seguir, huellas demasiado transitadas por los automovilistas que casi siempre siguen los mismos caminos, pero la escena en sí es lo que vale, ahora que su novedad e importancia disminuyeron. De todos modos ella presiente algo y camina ondulante hasta la orilla. Las líneas de su cuerpo son una ofrenda al sol poniente que compite con sus pezones turgentes y relumbra en vano, oro bruñido, en otros ojos alucinados ahora por esas manos deslizándose sobre sus hombros, sobre sus turbulentos pechos, sobre sus caderas, sobre su piel bronceada; alucinado, sí, por esas manos que siguen el juego de las gotas de agua que tocan su pubis, mojada ahora, sí, mojada y absolutamente conciente. Cuando te das cuenta hacia dónde va, tenés que seguirla aunque a una velocidad muy inferior, sobre todo porque las huellas que dejás en la arena no coinciden con las de ella y si intentaras luego de considerar qué maravillas prometen su desnudez cómplice, el agua como un fluido atravesando su sexo y la visión del mundo satisfecha, si lo intentaras, decía, si quisieras trasponer sus huellas y hacerlas coincidir con las tuyas luego de un esfuerzo desmesurado y justo cuando ella empezara a suspirar apenada y satisfecha a la vez luego de volver sobre sus huellas, si de verdad lo lograras…entonces las huellas de la historia dejarían de tener sentido.
Las cosas se pierden de vista y lo mejor es ser olvidados pronto.

Una mujer desnuda
con el pelo mojado
y un toallón naranja
yéndose en su Renault
mientras la luz
declina.


Marcelo Leites, de la serie La música perdida, de "Ruido de fondo".(A quien, además, corresponde el subrayado en los tres poemas).

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Marcelo Leites* nació en Concordia, Entre Ríos, Argentina, en 1963. Poeta y crítico literario. Publicó los libros de poemas: El Margen de la aldea, en Ediciones Río de los Pájaros, de Concordia, en 1992; Ruido de Fondo, en Trópico Sur de Asunción del Paraguay, en 2001; Tanque australiano, en Ediciones Gog y Magog, de Buenos Aires, en 2007 y Resonancia de las cosas en Ediciones en Danza, de Buenos Aires, 2009; además, los ensayos: Cuatro poetas entrerrianos?, en Eduner, la Editorial de la Universidad de E. Ríos, en 2004; y Percepción de la música, Ed. Fondec, Antología colectiva, en 2005. Coordina Talleres de lectoescritura en su ciudad natal, ha leído su obra en Encuentros literarios, nacionales e internacionales. Fue miembro del jurado en los Juegos Florales de poesía del Rowing Club de Paraná (E. Ríos) del año 2007. Integra desde el año 2006, el Consejo Editorial de esta página donde se publican autores de su ciudad y pueden leerse algunos de sus poemas, como también una antología de las voces entrerrianas más representativas, en la Sección Rescates, que dirige.
Seleccionó y prologó la Antología de poesía entrerriana: “Las nuevas voces de Entre Ríos”, editada por la página web www.poeticas.com.ar, en marzo de 2008. Fue publicado en diversos sitios virtuales, entre ellos, los blogs: laseleccionesafectivas y campodemaniobras.. Sus poemas también aparecen en el Nº 29 (Verano 2008) de la Revista "el poeta y su trabajo", que dirige en México, el poeta Hugo Gola.
Actualmente colabora en el blog de la poeta Selva Dipasquale: poemasenlaselva, donde tiene un blog asociado: "La biblioteca de Marcelo Leites" ustedleepoesia2; en el que está publicando una selección de poesía universal.
Otras actividades: Actor, director y adaptador de numerosas obras de teatro estudiantil y vocacional, entre las que se menciona: Otelo y Hamlet de Shakespeare; El pan de la locura, de Carlos Gorostiza y El complejo de Filemón de Jean Bernard-Luc.

*Foto y datos tomados de "Autores de Concordia" (www.autoresdeconcordia.com.ar).